Leyenda de escalona y el diablo
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Respuesta:
En un lugar del Caribe colombiano el diablo perdió todo su prestigio. Antes el demonio era protagonista de los relatos populares, de él se ocupaban los juglares, los escritores, las señoras que venden futas con su palangana en la cabeza, los vendedores de fritos y los vecinos que se reúnen por la tarde a escuchar historias para escapar del calor. Tenía, además, una representación orgullosa y altiva, un caballero de hablar correcto y pausado, con dentadura de oro y un fino vestido rojo o negro.
Ese aspecto estaba tan arraigado en el mundo del vallenato que una mañana el niño acordeonero Omar Geles fue a presentarse en una emisora radial de Valledupar, al norte de Colombia, iba vestido de rojo. El animador dijo: “Este pelao parace un diablito”. De ese comentario nació el famoso grupo musical vallenato Los Diablitos que cambió su nombre en el año 2005 porque Omar Geles lo consideró incompatible con su marcado cristianismo. El acordeonero prefirió renunciar a un nombre exitoso y acreditado porque le pareció estar haciéndole apología. Esta anécdota nos sirve para comenzar a entender el descenso en el prestigio que ha sufrido el demonio. Desde hace mucho, en los cuentos populares, ha descuidado su fisonomía y hasta lo pintan como una figura decrépita y desdentada, incluso ha sido derrotado por varios acordeoneros.
Dicen que el acordeón nació porque los marineros no podían subir los pianos a los barcos, por eso crearon un “pequeño piano” de viento para acompañar sus travesías. También se afirma que tiene origen polaco, aunque sus antecedentes pueden rastrearse hasta en los imperios chinos, varios siglos antes de Cristo. Uno de los fabricantes más famosos es la compañía alemana Hohner, que los produce desde 1857. El acordeón está ligado a la cultura de la costa colombiana. Llegó a Colombia desde Alemania y se convirtió en el alma del vallenato, un ritmo musical que nació a finales del siglo XIX como una expresión de los campesinos y vaqueros del Magdalena grande, un departamento en el norte de Colombia que después dividió su territorio.
Ciro Quiroz, un estudioso del vallenato, cuenta en su libro Vallenato, hombre y canto cómo nació el nombre de un tipo de música que se interpreta con el acordeón, una caja (instrumento de percusión) y una guacharaca (instrumento de rascado). Algunos nativos del Magdalena grande viajaban en mula por el llano y la sierra y decían: “Soy nato del valle, que equivale a decir soy del valle nato”, en referencia al Valle de Upar, hoy Valledupar. Los habitantes de Santa Marta, la capital del Magdalena, comenzaron a nombrarlos como vallenatos en forma despectiva, con una connotación de provincianos, con un carácter rústico y campesino. Una tarde en la emisora Midas, de Barranquilla, el locutor Pablo E. Becerra extravió el libreto que presentaría al Trío del Magdalena, los llamó Bovea y sus vallenatos, aunque sólo había uno de los integrantes del conjunto nacido en el Valle de Upar. Desde ahí comenzó a designarse como Vallenato a este ritmo musical.
Inicialmente era interpretado por un solo hombre que iba de pueblo en pueblo contando historias y noticias, alegrando con su canto parrandas de varios días y conquistando a todas las muchachas que pudiera. El maestro Alejandro Durán, un gran exponente de la música vallenata, en una entrevista dijo que tenía veinticuatro hijos. El cronista Alberto Salcedo Ramos le preguntó “¿Veinticuatro hijos, maestro? ¿Y con la misma?” – “Sí”, respondió Durán “con la misma, pero con diferentes mujeres”. Son famosos también los veintitrés hijos del maestro Rafael Escalona que, sin embargo, se ufanaba de no haber preñado a todas las mujeres con las que se había acostado “Si cada disparo produjera un muerto, en los cementerios no habría espacio”, explicaba.
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Explicación:
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