Castellano, pregunta formulada por maridelcruz, hace 10 meses

legaremos a ninguna parte», se lamentaba ante Ursula. «Aqui nos hemos de pudrir en vida
sin recibir los beneficios de la ciencia». Esa certidumbre, rumiada varios meses en el cuartito
del laboratorio, lo llevó a concebir el proyecto de trasladar a Macondo a un lugar más
propicio. Pero esta vez, Ursula se anticipó a sus designios febriles. Predispuso a las mujeres de
la aldea contra la veleidad de sus hombres, que ya empezaban a prepararse para la mudanza.
José Arcadio Buendia no supo en qué momento, ni en virtud de que fuerzas adversas, sus
planes se fueron enredando en una maraña de pretextos, hasta convertirse en pura y simple
ilusión. Ursula lo observó con una atención inocente, y hasta sintió por él un poco de piedad,
la mañana en que lo encontró en el cuartito del fondo comentando entre dientes sus sueños
de mudanza, mientras colocaba en sus cajas originales las piezas del laboratorio. Lo dejó
terminar. Lo dejó clavar las cajas, sin hacerle ningún reproche, pero sabiendo ya que él sabía,
porque se lo oyo decir en sus sordos monólogos, que los hombres del pueblo no lo
secundarian en su empresa. Sólo cuando empezó a desmontar la puerta del cuartito, Úrsula
se atrevió a preguntarle por qué lo hacía, y él le contestó con una cierta amargura: «Puesto
que nadie quiere irse, nos iremos solos). Ursula no se altero.
emos solos». Úrsula no se alteró. -No nos iremos -dijo-. Aquí
nos quedamos, porque aquí hemos tenido un hijo. Todavía no tenemos un muerto--dijo
él- Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra. Ursula replicó,
con una suave firmeza: -Si es necesario que yo me muera para que se queden aquí, me
muero. José Arcadio Buendia no creyó que fuera tan rígida la voluntad de su mujer. Trató de
seducirla con el hechizo de su fantasia, con la promesa de un mundo prodigioso, pero Ursula
fue insensible a su clarividencia. -En vez de andar pensando en tus alocadas novelerías,
debes ocuparte de tus hijos -replicó- Miralos como están, abandonados a la buena de
Dios, igual que los burros. José Arcadio Buendia miró a través do

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Contestado por Usuario anónimo
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ah ya OK espera boy a ver las opciones y te respondo

ya te respondo en la otra pregunta

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