Leer y responder.
No son pocas. Cuatro millones de diferentes especies de bacterias, protozoarios, vegetales y animales dan vida al planeta. Increíblemente distintas, con funciones diametralmente opuestas y comportamientos antagónicos; nada haría suponer a simple vista que están hechas con el mismo material. No faltaron personas perspicaces, como Aristóteles en la Edad Antigua o Paracelso en el Renacimiento, quienes sospecharon que los organismos, por más complicados que parecieran, estaban constituidos por unos pocos elementos repetidos. Pero aún debían pasar muchos siglos antes de alcanzar conocimientos que permitieran construir los primeros lentes de aumento. Es más, haciendo uso de ellos, Robert Hooke (1655) fue quien por primera vez empleó el nombre de célula (del latín cella, “espacio vacío”) en su investigación sobre “la textura del corcho por medio de lentes de aumento”.
Con el instrumental que abrió los ojos al mundo microscópico fue posible distinguir a una célula aislada como un ser entero, tal es el caso de los protozoarios, o agrupada con otras y diferenciadas en tejidos u órganos que dan forma a un organismo multicelular. Lograr esto último le llevó a la naturaleza varios millones de años. En principio, hace 3.500 millones de años ya poblaban la Tierra seres unicelulares, parecidos a las actuales bacterias. Sin embargo, recién 2.500 millones de años más tarde surge en escena el primer organismo pluricelular. Al parecer esta demora estaría motivada en el tiempo que les requirió elaborar señales para comunicarse entre sí, de manera de coordinar funciones y llevar adelante un ser de esta complejidad. Como en una obra teatral, cada protagonista tiene un papel asignado, con momentos en que será eje de atención con todas las luces apuntando a su actuación y otros en lo que hará mutis por el foro.
Con apariciones y desapariciones programadas sobre el escenario de la vida, se realizan a diario incontables funciones en el interior de las células. Pero no falta ocasión en que una se sale del libreto, desconcertando a las otras integrantes y haciéndolas trastabillar. Si esto se reiterara en el mundo artístico, ello conduciría sin duda a un fracaso de taquilla; biológicamente el desenlace no sería mejor.
El guión de esta obra maestra de la vida está escrito en moléculas de ácido desoxirribonucleico (ADN). “Todas las células del organismo tienen la misma información genética aunque luzcan diferentes como si fueran de distintos planetas. Tal es el caso de las ubicadas en la retina o en el hígado. Lo que sucede es que no expresan todos los genes, sino algunos de ellos”, señala el doctor en Biología Omar Coso, del Departamento de Fisiología y Biología Molecular y Celular de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas. “La célula de la retina es lo que es porque en ella solo funcionan algunos de sus genes, si no estaría alterada; seguramente habría trastornos en la visión, un tumor, por ejemplo”.
1a) ¿A qué se refiere la autora al usar la metáfora de la obra de teatro, los actores y el libreto?
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