LAS CAPULLANAS Y LA SEÑORA DE CAO
Hablar de la mujer y el poder en el antiguo Perú nos sugiere revisar el concepto de matriarcado, es decir, el gobierno de un pueblo dirigido por una o más mujeres. El primer estudio que sugirió esta forma de organización fue presentado por el alemán Johann Jakob Bachof en en 1860 y a partir de este hito se, produjo un interés especial en la verificación de dicha teoría en las diferentes culturas del mundo.
En el Perú por mucho tiempo, y aún en la actualidad, se ha presentado la figura masculina como el personaje por excelencia respecto a la tenencia de poder político, religioso, social y económico. Los incas y el Señor de Sipán son los casos más difundidos de patriarcado. De hecho, la investigación histórica y arqueológica documenta constantemente evidencias que sugieren organizaciones patriarcales en donde la mujer es vinculada a las tareas de elaboración de tejido, cerámica y labores agrícolas, como la siembra y preparación de la tierra; también se le vincula con deidades "secundarias", como la Luna, la Mamacocha (mar) y la Pachamama (tierra); mientras las deidades masculinas, como el Sol, Pachacámac y Huiracocha, son los más importantes del panteón andino.
A pesar de esa evidencia, en los últimos 20 años, los hallazgos arqueológicos han logrado confirmar lo que las crónicas no sindicaban acerca de aquellas mujeres que cumplieron el papel de gobernantes. El caso registrado con mayor frecuencia en las crónicas corresponde a las denominadas capullanas, mujeres que dirigieron los pueblos de la costa norte del Perú. Según estas fuentes se trataba de mujeres de élite que desempeñaron funciones de guerreras, gestoras de la producción y del orden social. La sucesión del poder debió ser matrilineal (Rostworowski, 1961) y su origen puede rastrearse en las primeras invasiones de los chimú a los pueblos norteños, como el de los tallones. En esta última cultura, la mujer del curaca era quien debía sucederle en el mando en caso este no pudiera continuar a causa de muerte o rendición frente a los invasores.
Por otro lado, el hallazgo de la Señora de Cao en el año2006 es un ejemplo muy claro que evidencia el rol femenino en la élite moche hace 1700 años. La tumba de esta dama fue hallada en el sitio arqueológico Huaca Cao Viejo del complejo arqueológico El Brujo en La Libertad. Su espectacular ajuar funerario comprendía objetos que habitualmente eran hallados en las tumbas de los grandes gobernantes y guerreros de la cultura moche; los tatuajes que aún se conservan en los brazos, manos y pies confirman su alta jerarquía. De otro lado, el mausoleo en el que fue enterrada denotaba su importancia ellos periodos más tempranos de esta cultura. Esta mujer tuvo entre 25 y 30 años al momento de su muerte y por los estudios de antropología física se sabe que tuvo por lo menos un hijo; además, fue enterrada junto a cuatro personas, de las cuales dos de ellas fueron mujeres sacrificadas.
Para las culturas prehispánicas es ya conocido que la mujer de élite tenía un rol relacionado con la adivinación y curación; asimismo, era partícipe de ceremonias ampliamente representadas en las vasijas de cerámica moche (Gentile,2007); estas costumbres también fueron adoptadas en el Imperio del Tahuantinsuyo. Las evidencias arqueológicas que registran sacrificios femeninos, entierros suntuosos de mujeres y representación de deidades femeninas en tejidos y vasijas son también indicadores de la importancia de la mujer en el mundo andino, no como un ser de menor importancia que el varón, sino como su contraparte o complemento, tal y como indica la dualidad de la cosmovisión andina.
Verónica Chirinos Cubillas
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asu mate eso es tu tarea wey dame corona no sé yo plis
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