labora una ficha de resumen donde hagas saber a las personas ¿Por qué la oración es un tipo de vida y no sólo un
concepto? ¿Cómo la humildad de corazón conduce al misterio de pertenencia de Dios?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Sus palabras sobre la humildad
La humildad es uno de los principios predominantes que el Señor enseñó en las Bienaventuranzas. Él dijo a Sus discípulos congregados en el Sermón del Monte y más tarde a los nefitas del continente americano:
“…bienaventurados son los que… desciendan a lo profundo de la humildad y sean bautizados…
“Sí, bienaventurados son los pobres en espíritu que vienen a mí, porque de ellos es el reino de los cielos…
“Y bienaventurados son los mansos, porque ellos heredarán la tierra…
“Y bienaventurados son todos los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (3 Nefi 12:2–3, 5, 9; véase también TJS, Mateo 5:4–5, 7, 11).
Cuando Sus discípulos le preguntaron: “…¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?”, Jesús pidió a un niño pequeño que se acercara, y les reprendió, diciendo: “…cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos” (Mateo 18:1, 4).
“…porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande” (Lucas 9:48).
Jesús siempre indicaba que Su Padre era la fuente de Su poder y conocimiento. Durante la Fiesta de los Tabernáculos, Jesús fue al templo y enseñó: “…Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió… El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia” (Juan 7:16, 18).
Más tarde, Jesús testificó: “…nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo… porque yo hago siempre lo que le agrada… Pero yo no busco mi gloria” (Juan 8:28–29, 50; véase también 12:49–50).
El Gran Maestro con frecuencia advertía contra el orgullo. Durante una cena en casa de uno de los principales de los fariseos, Jesús discernió cómo los que estaban sentados a la mesa se consideraban mejores que los demás (véase TJS, Lucas 14:7), así que les enseñó una parábola y luego dijo: “Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido” (Lucas 14:11; véase también 18:14).
Cuando la madre de Santiago y Juan pidió a Jesús que concediera a sus hijos el privilegio de sentarse el uno a Su derecha y el otro a Su izquierda en el día de Su gloria, Jesús le explicó que no estaba autorizado a conceder tal privilegio, y percibiendo que había contención entre Sus discípulos, dijo: “…el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir…” (Mateo 20:27–28; véase también 23:11–12; Lucas 22:24–27).
Jesús enseñó a Sus discípulos sobre la humildad divina durante los momentos finales que pasaron juntos mientras caminaban hacia el monte de los Olivos poco antes de Su arresto y crucifixión: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador… el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:1, 5).
Poco después, declaró en Su gran oración intercesora:
“…Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti…
“Yo te he glorificado en la tierra…
“La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:1, 4, 22).
Explicación: