Ciencias Sociales, pregunta formulada por orozcogissel25, hace 1 mes

La Violencia en Colombia
1 parrofo con introduccion problema

Respuestas a la pregunta

Contestado por LaKamiUwU041110
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La Violencia

En Colombia hay un exceso de población rural.

Diagnóstico atribuido a Lauchlin Currie, “misionero económico” enviado por el Banco Mundial en 1949.

La llamada Violencia, con mayúscula, que dominó la historia de Colombia entre el año 46 y el 58 (y se prolongó luego hasta hoy en sucesivos golpes de sangre), fue en realidad una suma de muchas y variadas violencias con minúscula: políticas, sociales, económicas y religiosas. Las unificó a todas el hecho de que fueron impulsadas por los gobiernos de la época.

Tras la renuncia del presidente López Pumarejo en 1945, y bajo la presidencia transitoria y glacial de Alberto Lleras Camargo, se celebraron las últimas elecciones pacíficas. Dividido el Partido Liberal entre las candidaturas de Gabriel Turbay (“el turco Turbay” para sus adversarios) y Jorge Eliécer Gaitán (para los suyos, “el negro Gaitán”), las ganó el conservador Mariano Ospina Pérez: “la oligarquía de carne y hueso”, lo ha llamado un historiador. Un plutócrata antioqueño, empresario, constructor y dirigente cafetero, sobrino y nieto de dos presidentes de la república, y en apariencia hombre pacífico y moderado. Así lo mostró nombrando un gabinete bipartidista “de Unión Nacional” y promulgando un programa de tinte económico: “convertir al país en una gran empresa”. Uno de sus ministros lo describió festivamente como destinado a instaurar “el ideal de la vida cara”.

Pero ocurrió lo contrario: pronto la vida empezó a no valer nada, por cuenta de la violencia oficial desatada en los pueblos por los alcaldes conservadores. Los primeros brotes se dieron en los Santanderes, cuna habitual de nuestras guerras civiles. Gaitán, para entonces jefe único del liberalismo, decretó su retiro del gobierno de Unidad Nacional, al tiempo que las elecciones parlamentarias confirmaban las mayorías liberales (aunque por dentro el partido seguía roto). Ante lo cual, bajo un conservatismo nuevamente hegemónico, pero que se sabía minoritario, la violencia no hizo sino crecer: era la receta para mantener el poder, esta vez otra vez, si era posible, de nuevo para siempre.

“Cuando la Política”

La época de la Violencia, esa Violencia con mayúscula, que en algunas regiones de Colombia se llamó más elocuentemente la época de “Cuando la Política”, tenía, por supuesto, raíces políticas. En lo más inmediato, se trataba de una estrategia electoral para que el minoritario Partido Conservador no perdiera el poder que había recuperado gracias a la división liberal. Y a eso contribuía el tradicional y atávico enfrentamiento ideológico y sentimental entre conservadores y liberales, entre godos y cachiporros, entre azules y rojos: dos banderías que en el país nunca fueron materia de libre elección personal, sino que se transmitían hereditariamente con el fanatismo de los dogmas religiosos: los viejos y queridos odios. También tenía pretextos religiosos propiamente dichos, atizados por el jefe conservador Laureano Gómez desde la firma del Concordato con la Santa Sede, y reforzados por la incitación de los obispos y curas más sectarios a una cruzada antiatea, antimasónica, anticomunista, revueltos los tres “antis” en un solo paquete de antiliberalismo: no sólo el liberalismo filosófico condenado por Roma, sino en primer lugar el liberalismo electoral de los pueblos y los campos colombianos. Y causas económicas: las luchas agrarias de los años veinte, los cambios sociales de los treinta con la industrialización y la aparición de un proletariado urbano y de una nueva “ideología foránea” (como lo han sido todas): el comunismo.

La Violencia tuvo incluso, si no raíces, sí justificaciones en la teoría económica académica: el desarrollo. El gobierno de Ospina Pérez recibió los consejos de una misión enviada por el Banco Mundial bajo la dirección del economista canadiense Lauchlin Currie, quien se definía a sí mismo como “un misionero económico”, que como Kemmerer veinte años antes (en el gobierno del otro Ospina) y como Hirshman diez después (cuando la “Alianza para el Progreso”), venía a predicar la verdadera fe: el desarrollismo (que desde entonces ha imperado bajo todos los gobiernos, salvo el de Carlos Lleras Restrepo). La prédica del misionero Currie era hostil a toda idea de reforma agraria, y aún al agro en sí mismo, tenido por arcaico. Una política económica exitosa no debía buscar mejorar la situación económica de los campesinos, y ni siquiera intentar educarlos, sino enviarlos a las ciudades: urbanizarlos y proletarizarlos en las fábricas de la revolución industrial.

Y, en efecto, los resultados más inmediatos de la Violencia fueron el

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