Historia, pregunta formulada por sm4127844, hace 5 meses

La vida cotidiana dé la guerra de independencia en México?

Respuestas a la pregunta

Contestado por michelle15123
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Explicación:

Quizás en ningún otro momento del largo periodo virreinal, la capital novohispana había transformado tanto su paisaje urbano como en la última década del siglo XVIII. En 1789 llegó a la Nueva España el virrey, don Juan Vicente Güemes Pacheco y Padilla, segundo conde de Revillagigedo. Para su sorpresa se encontró con una ciudad que era prácticamente un chiquero. La gente solía tirar su basura en las calles; el comercio establecido en el Parián cotidianamente dejaba la plaza mayor hecha un muladar, y las otrora transparentes acequias se habían convertido en riachuelos de aguas negras. En el ambiente se respiraba un fétido y nauseabundo olor producido por la malsana costumbre de la gente que hacía sus necesidades en donde le asaltaban las ganas.

Por si fuera poco, el estado del palacio virreinal y de la plaza mayor era lamentable. ""Había dentro del Palacio -escribió Francisco Sedano en Noticias de México- cuartos de habitación y de puesteros de la plaza, bodegas de guardar frutas y otros comestibles, fonda y vinatería que llamaban la Botillería, panadería con amasijos, almuercerías donde se vendía pulque públicamente, y de secreto chiringuito, juego de naipes público, juego de boliche; montones de basura y muladares"". Los trasnochadores, encontraban en el Palacio el sitio ideal para continuar la parranda y amanecer acompañado de alguna mujer y un buen tarro de pulque. Gente chamagosa, hampones, pordioseros y borrachos que reñían frecuentemente, le daban un aspecto aún más sombrío a la sede del poder novohispano.

Aquel lugar, donde alguna vez se había levantado esplendoroso el Palacio de Moctezuma, era una extensión de la podredumbre y suciedad que dejaban a diario los vendedores en la Plaza Mayor. El comercio ambulante había tomado por asalto la gran plaza. ""Con toda libertad, a cualquiera hora del día, se arrojaban a la calle los vasos de inmundicia, la basura, estiércol y perros muertos... Cualquiera, sin respeto de la publicidad de la gente, se ensuciaba en la calle o donde quería"".

Sin lugar a dudas, la primera preocupación del virrey Revillagigedo fue la capital del virreinato. De inmediato comenzó a tomar medidas drásticas como la introducción del desagüe y atarjeas en todas las calles, sin que una sola dejara de contar con el servicio de drenaje. Luego, las empedró a todas por igual, estableció el servicio de limpia y recolección de basura, enumeró las casas e instaló el alumbrado público para iluminarlas de noche.

Consciente de la necesidad de aplicar una política de salud pública, en agosto de 1790 el virrey expidió un bando para limpiar la ciudad de México que aplicó hasta sus últimas consecuencias y fue muy severo con la gente que continuaba ensuciando la vía pública. Con la primera falta los hombres cumplían veinticuatro horas de encarcelamiento; cuarenta y ocho por reincidir y las mismas horas si insistían en violar el bando del virrey aunque con una modalidad nada agradable: se les colgaba de cabeza hasta cumplir con el castigo. Las mujeres padecían penas aun más severas: tres días de cárcel en cualquiera de los casos, pero si se cometía el delito por tercera vez se le agregaban ""veinticinco azotes en dos tandas"". Las autoridades debían vigilar que la ley se observara particularmente en las pulquerías ""que es el paraje en que se comete dicho exceso con mayor frecuencia por hombres y mujeres, enajenados de pudor y la razón"".

Para combatir el caos que provocaba el comercio en la plaza mayor, Revillagigedo realizó el primer reordenamiento de ambulantes colocándolos en la Plaza del Volador -donde hoy se encuentra el edificio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación-, y dejó el Parián como el único mercado dentro de la plaza mayor.

Además, ordenó el embellecimiento de los paseos, de las plazas y alamedas; controló el caos vial de la ciudad, introdujo los coches de alquiler y organizó el servicio de policía, tanto el diurno como el que por las noches prestaban los llamados ""serenos"". Por supuesto, persiguió sin piedad a los ladrones y asesinos, caracterizándose su gobierno por la mano dura que dejó caer en contra de los criminales. Gracias a la gestión del virrey, que sólo duró 5 años, la capital novohispana fue llamada ""la ciudad de los palacios"".

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