La verdad del concilio ferrara-florencia
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Concilio de Ferrara-Florencia es el nombre de la asamblea eclesiástica celebrada en Ferrara a principios de 1438 para considerar las propuestas para la unión entre las Iglesias griega y latina.
El gran peligro que amenazaba al imperio griego por los turcos hizo que el emperador, Juan Paleólogo, pusiera a un lado la aversión generalmente sentida en el este hacia Roma, haciendo propuestas para la unión de las dos ramas de la cristiandad al papa Eugenio IV y al concilio de Basilea, que entonces estaba reunido. El papa no quería que el concilio, con el que no tenía relaciones amigables, compartiera la gloria de un posible éxito de las negociaciones y pensó que sus propósitos serían mejor realizados si sus sesiones eran trasladadas a una ciudad italiana. Hacia finales de 1437 se dirigió a Ferrara llegando el 8 de enero de 1438. La mayoría permaneció en Basilea, donde destituyeron al papa. Sin embargo, una minoría era favorable al encuentro del papa en Ferrara. A principios de marzo de 1438 los griegos, en número de setecientas personas, llegaron a la ciudad como invitados del papa; el emperador llegó el cuarto día del mes y el patriarca de Constantinopla el séptimo. Prominentes entre los griegos eran Bessarion, arzobispo de Nicea, posterior cardenal de la Iglesia católica, amigo de la unión, y Marcos Eugénico, metropolitano de Éfeso, cuyo pensamiento único era defender las peculiaridades de los griegos contra el papado imperativo; por su influencia las discusiones dogmáticas sobre diferencias doctrinales, especialmente la procesión del Espíritu Santo, tenidas en 1438 quedaran sin resultado.
El gran peligro que amenazaba al imperio griego por los turcos hizo que el emperador, Juan Paleólogo, pusiera a un lado la aversión generalmente sentida en el este hacia Roma, haciendo propuestas para la unión de las dos ramas de la cristiandad al papa Eugenio IV y al concilio de Basilea, que entonces estaba reunido. El papa no quería que el concilio, con el que no tenía relaciones amigables, compartiera la gloria de un posible éxito de las negociaciones y pensó que sus propósitos serían mejor realizados si sus sesiones eran trasladadas a una ciudad italiana. Hacia finales de 1437 se dirigió a Ferrara llegando el 8 de enero de 1438. La mayoría permaneció en Basilea, donde destituyeron al papa. Sin embargo, una minoría era favorable al encuentro del papa en Ferrara. A principios de marzo de 1438 los griegos, en número de setecientas personas, llegaron a la ciudad como invitados del papa; el emperador llegó el cuarto día del mes y el patriarca de Constantinopla el séptimo. Prominentes entre los griegos eran Bessarion, arzobispo de Nicea, posterior cardenal de la Iglesia católica, amigo de la unión, y Marcos Eugénico, metropolitano de Éfeso, cuyo pensamiento único era defender las peculiaridades de los griegos contra el papado imperativo; por su influencia las discusiones dogmáticas sobre diferencias doctrinales, especialmente la procesión del Espíritu Santo, tenidas en 1438 quedaran sin resultado.
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