la soberanía reside en el pueblo ¿es monarquia o república?
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hp
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Tras conocerse la decisión del rey de abdicar en su hijo la tenencia de la corona y sus atribuciones, miles de personas salieron a las calles y a las plazas espontáneamente, en una feliz y pacífica convocatoria auto gestionada.
No pedíamos la luna, no pedíamos que rodaran cabezas, no pedíamos que se saltase o infringiese ninguna ley, no pedíamos que se contase a los manifestantes como votos, ni que las manifestaciones sustituyan a las votaciones, no pedíamos un decreto que aboliese la monarquía. Al contrario, pedimos que en lugar de cambiar de jefe de estado por decreto, o por un supuesto mandato electoral implícito, se decida en referéndum libre, igual, directo y secreto; como debe ser.
Pero toda esta sensatez republicana le ha sonado fatal a los políticos de sillón vitalicio y hereditario que han salido a la palestra como una banda de esbirros, lacayos y segundones. Han desempolvado todas las trampas intelectuales y todos los soniquetes falsos para justificar la existencia de una institución tan arcaica, inútil y anacrónica como la monarquía.
Volvemos a soportar la falsedad histórica de que el rey nos trajo la democracia ¿Perdón? ¿Estamos hablando del mismo rey, designado por Franco, que en su coronación juró los principios del movimiento nacional de la dictadura? Estas afirmaciones nos duelen más que una simple mentira porque un insulto al sufrimiento y a la dignidad de tanta gente que de verdad comprometió su vida a la lucha por la libertad y por la democracia.
Nuevamente nos hablan de la monarquía como fruto del consenso constitucional; la trampa intelectual cabalga de nuevo. Cuando el consenso se basa en el miedo del pueblo a la amenaza del ejército, ese consenso se parece peligrosamente a un chantaje general y sostenido en el tiempo. El tan celebrado papel del monarca en el golpe de estado está, aun siendo amables, bastante más que en entredicho.
Aún si admitiéramos el consenso político como hipótesis, el tiempo pasa; los de entonces ya no somos los mismos y el consenso social, si es que lo hubo, hay que revalidarlo. Y eso es lo que pedimos.
Un referéndum no prejuzga el resultado, abre las puertas a resolver las dudas y los desmentidos y, sobre todo, es un ejercicio democrático de la soberanía del pueblo.
Entre los soniquetes de los inmovilistas destaca la argucia que ya se votó en su día con la Constitución y que no vamos a estar votando lo mismo cada 30 años para cambiarla. Resulta curioso que quienes sostienen, alarmados, que no podemos votar para recuperar la soberanía cedida a la corona, no tuvieran ningún inconveniente en cambiar la Constitución para ceder la soberanía económica ante las instituciones económicas y financieras.
No nos extraña del PP este apego a las instituciones corruptas, ineficaces y anacrónicas, al fin y al cabo su ideología y su interés práctico se basa en perpetuar y profundizar en la desigualdad, en que la mayoría trabaje para sostener y aumentar los privilegios de unos pocos. De ahí su interés en mantener este residuo del antiguo régimen por el que sienten y expresan tanta añoranza.
De la misma manera cada día nos sorprende menos pero nos avergüenza más el triste papel que se adjudican a sí mismos los dirigentes del PSOE, que han corrido como lacayos de segunda a defender lo indefendible desde sus “hondas raíces republicanas”
El país está demandando urgentemente una regeneración ética de la política, los resultados recientes de las elecciones europeas han dado una llamada de atención, un aviso, un toque.
Quienes planteamos la necesidad de un referéndum en el que se pueda expresar la alternativa republicana, lo hacemos porque consideramos que la monarquía implica un déficit democrático en la Constitución y porque en nuestro país, aquí y ahora, tenemos el convencimiento de que forma parte de la necesaria regeneración democrática.
A quienes nos gobiernan simplemente les decimos: no se imaginen lo que pensamos, no diluyan nuestra soberanía en sus años de mandato, no suplanten nuestra identidad, no supongan; pregunten.
Pero claro, un referéndum implica un cierto reconocimiento de que la soberanía reside en el pueblo.
Lola Sanisidro es socia de Derechos Humanos en Cádiz y Presidenta del Ateneo Republicano de Puerto Real