(…) La princesa tomó la valiosa pelota de oro entre sus manos y sin darle ni siquiera las gracias,
salió corriendo hacia su palacio. La rana, perpleja, le gritó:
– ¡Eh! … ¡No corras tan rápido! ¡Espera!
Pero la princesa ya se había perdido en la lejanía dejando a la rana triste y confundida.
PALABRAS AGUDAS PALABRAS GRAVES PALABRAS ESDRÚJULAS
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La niña se dirigió a la enorme puerta del palacio y no vio a nadie, pero oyó una voz que decía:
– ¡Soy yo, tu amiga la rana! ¿Acaso ya no te acuerdas de mí?
Bajando la mirada al suelo, la niña vio al pequeño animal que la miraba con ojos saltones y el cuerpo salpicado de barro.
– ¿Qué haces tú aquí, bicho asqueroso? ¡Yo no soy tu amiga! – le gritó la princesa cerrándole la puerta en las narices y regresando a la mesa.
Su padre el rey, que no entendía nada, le preguntó a la niña qué sucedía y ella le contó cómo había conocido a la rana el día anterior. la prin-cesa ya se había perd-do en la lejanía dejando a la ra-na triste y confundida.
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