¿La política de Churchill era belicista o pacifista?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
pacifista
Explicación:
EL MAHATMA GANDHI hizo del pacifismo la mejor arma para la independencia de la India. Lo mismo que Martin Luther King por los derechos civiles de los negros norteamericanos. Ambos se habían educado en países anglosajones, democráticos y libres. Su pacifismo fue útil y eficaz porque se enfrentaba a unos países y adversarios no exentos de principios liberales y con gobiernos elegidos por sufragio popular. Tanto Inglaterra como los Estados Unidos eran las sociedades más democráticas del mundo. El éxito de la estrategia pacifista siempre depende del grado de humanidad del oponente. Ni contra la Alemania nazi o la Italia fascista, el Imperio otomano, o el japonés, ni contra las peores autocracias del mundo, han funcionado nunca las estrategias pacifistas. Tampoco contra la Rusia o la China comunistas. El Gulag o Tiananmen, el campo de concentración y los tanques, han sido el destino de sus disidentes por la libertad. Qué decir de Cuba, Irak o Corea del Norte. Son dictaduras casi perfectas. El aparente belicismo de Roosevelt y Churchill salvó a lo que es hoy la Unión Europea de la bota fascista. El de la Thatcher en las Malvinas resultó decisivo para el hundimiento de la criminal dictadura argentina. Para mayor ironía, un antiguo secretario del sindicato de actores de Hollywood, a donde vuelan los nuestros en busca de premios, provocó con su proyecto de Guerra de las Galaxias, la IDE, la caída de la dictadura de la Unión Soviética y el final de los regímenes represivos de la Europa Oriental. Ese belicismo fue útil y eficaz. Y en el caso de Reagan no fue necesario disparar ni un solo misil. La amenaza creíble, por consistente y decidida, puede ser la mejor arma pacífica contra las dictaduras sin principios. Y la mejor ayuda exterior a sus pueblos oprimidos. Ni antecedentes ni pruebas El actual problema de Irak no ofrece antecedentes inequívocos ni pruebas irrefutables por las que guiarnos. El nuevo terrorismo internacional carece de cuartel general localizado, no se personifica en un Estado tangible. El alcance de sus agresiones es insólito e imprevisible, como se vio el 11 de septiembre. Y recurrirá a todo el arsenal disponible para futuras agresiones. Pero no es una amenaza extraterrestre. Se ampara en estados concretos, en las dictaduras del mundo que le dan cobertura y financiación. Y que lo utilizan. El problema de la estrategia antiterrorista no es una cuestión de buenos, nosotros, y malos, EE. UU. y sus aliados. Todos somos buenos. El problema es el de quien da el primer paso para afrontarlo. Corriendo con los riesgos y costos que presenta Sadam. Incluido el uso de su pueblo como rehén. Pero no hacer nada hoy puede agravarlo mañana. Hay que elegir. El pacifismo actual se concreta en evitar el arriesgado pronunciamiento propio y se tranquiliza delegando en los supuestos jueces del mundo, la ONU, -donde hay fríos oligarcas que gozan del derecho de veto-, para que nos resuelvan el dilema. Pero las supuestas naciones justas acaban de dar la presidencia de su Comisión de los Derechos Humanos a una representante de Libia, dictadura militar que abriga el terrorismo internacional, incluido el etarra. Hay que evaluar sin prejuicios la postura del más amplio apoyo a la coalición militar en tanto que amenaza eficaz a la dictadura de Sadam. Sería la alternativa de «si quieres la paz hazle creíble la derrota en la guerra». Sadam Huseín procedería al desarme, e incluso estaría forzado a dejar el poder. Hasta los endiosados son calculadores, sopesan costes y beneficios. La historia muestra que la paz con libertad es resultado de la fuerza con ley. No un subproducto de la pasividad. Se deben rehuir las simplificaciones. Recuérdese el refrán; el infierno está lleno de buenas intenciones.