la moraleja del cuento "El caballero inexistente"
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UN LIBRO UNA HORA
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'El caballero inexistente' o cómo conquistar el ser
Esta novela forma parte de la trilogía 'Nuestros antepasados', junto con 'El vizconde demediado' y 'El barón rampante'
CADENA SER
24/05/2020 - 12:00 CET
Italo Calvino nació en Cuba en 1923 y murió en Siena en 1985. Era un hombre comprometido, vanguardista, que renovó la literatura y que sigue muy vigente. Dueño de una voz personal y de un imaginario donde todos nos podemos reflejar. Entre sus obra está la maravillosa 'Las ciudades invisibles', 'Si una noche de invierno un viajero' o 'Palomar'.
'El caballero inexistente', escrita en 1959, forma parte de la trilogía 'Nuestros antepasados', junto con 'El vizconde demediado' y 'El barón rampante'. "He querido hacer una trilogía de experiencias sobre cómo realizarse en cuanto seres humanos – dijo Calvino de la trilogía. En 'El caballero inexistente' la conquista del ser, en 'El vizconde demediado' la aspiración a una plenitud por encima de las mutilaciones impuestas por la sociedad, y en 'El barón rampante' una vía hacia la plenitud no individualista, alcanzable mediante la fidelidad a una autodeterminación individual.
Tres grados de acercamiento a la libertad. Y al mismo tiempo he querido que fueran tres historias "abiertas", como suele decirse, que ante todo se tengan en pie como historias, por la lógica del sucederse de sus imágenes, pero que comiencen su verdadera vida en el imprevisible juego de interrogaciones y respuestas suscitadas en el lector. Quisiera que pudieran ser vistas como un árbol genealógico de los antepasados del hombre contemporáneo, en el que cada rostro oculta algún rasgo de las personas que tenemos a nuestro alrededor, de vosotros, de mí mismo".
También quiso reflejar 'el espeso muro' que impedía ver las contradicciones de una sociedad, la italiana, que había llegado al bienestar deseado en la posguerra y que se resignaba ante modelos de vida que se estaban separando paulatinamente de los ideales que habían inspirado a su generación.
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Fueron años duros, con fases de rabia contenida, de pesimismo y cinismo, elementos que determinaron al propio Calvino como escritor e intelectual: "Todos perdimos algo de nosotros mismos, poco o mucho. Lo que cuenta es lo que fuimos capaces de salvar para nosotros y para los demás. Por mi parte, lo que creo haber salvado de lo que había al otro lado del muro ha sido precisamente lo que he salvado a través de estas tres historias".
'El caballero inexistente' en una imagen: una armadura andante que por dentro está vacía
El mecanismo que se desencadena en la mente del autor de 'El caballero inexistente' es una imagen: una armadura que anda y que por dentro está vacía. Según el propio Calvino: "Del hombre primitivo que, al ser todo uno con el universo, podía denominarse aún inexistente, por indiferenciado de la materia orgánica, hemos llegado lentamente al hombre artificial que, siendo todo uno con los productos y las situaciones, es inexistente porque ya no se roza con nada, ya no se relaciona con lo que está a su alrededor, sino que se limita a "funcionar" abstractamente. El relato me conducía, por su espontánea propulsión interna, hacia aquello que ha sido siempre y sigue siendo mi verdadero tema narrativo: una persona que se fija voluntariamente una regla difícil, y la sigue hasta sus últimas consecuencias, porque sin ella no sería él mismo ni para él ni para los demás".
Según el propio Italo Cavino: "Agilulfo, el guerrero que no existe, tomó los rasgos psicológicos de un tipo humano muy difundido en todos los ambientes de nuestra sociedad; mi trabajo con ese personaje se presentó fácil de inmediato. De la fórmula Agilulfo (inexistencia provista de voluntad y conciencia) saqué, con un procedimiento de contraposición lógica (es decir, partiendo de la idea para llegar a la imagen, y no viceversa, como hago de ordinario), la fórmula existencia carente de conciencia, o sea, identificación general con el mundo objetivo".
En la novela aparecen otros individuos en los que la existencia y la inexistencia luchan en el interior de una misma persona: Rambaldo, paladín stendhaliano, busca las pruebas del existir por medio del hacer; Turrismundo ha de comprobar que existe, no en la práctica y la experiencia, sino en la búsqueda de algo distinto de sí, de lo previo a él —sus "padre"», los caballeros del Santo Grial—. Como lógico complemento, dos figuras femeninas: Bradamante, el amor como pugna, como guerra, y Sofronia, el amor como paz.