Castellano, pregunta formulada por andrespra13124, hace 11 meses

La migala discurre libremente por la casa, pero mi capacidad de horror no disminuye.
El día en que Beatriz y yo entramos en aquella barraca inmunda de la feria callejera, me

di cuenta de que la repulsiva alimaña era lo más atroz que podía depararme el destino.

Peor que el desprecio y la conmiseración brillando de pronto en una clara mirada.

Unos días más tarde volví para comprar la migala, y el sorprendido saltimbanqui me dio

algunos informes acerca de sus costumbres y su alimentación extraña. Entonces

comprendí que tenía en las manos, de una vez por todas, la amenaza total, la máxima

dosis de terror que mi espíritu podía soportar. Recuerdo mi paso tembloroso, vacilante,

cuando de regreso a la casa sentía el peso leve y denso de la araña, ese peso del cual

podía descontar, con seguridad, el de la caja de madera en que la llevaba, como si fueran

dos pesos totalmente diferentes: el de la madera inocente y el del impuro y ponzoñoso

animal que tiraba de mí como un lastre definitivo. Dentro de aquella caja iba el infierno

personal que instalaría en mi casa para destruir, para anular al otro, el descomunal

infierno de los hombres.

La noche memorable en que solté a la migala en mi departamento y la vi correr como un

cangrejo y ocultarse bajo un mueble, ha sido el principio de una vida indescriptible.

Desde entonces, cada uno de los instantes de que dispongo ha sido recorrido por los

pasos de la araña, que llena la casa con su presencia invisible.

Todas las noches tiemblo en espera de la picadura mortal. Muchas veces despierto con el

cuerpo helado, tenso, inmóvil, porque el sueño ha creado para mí, con precisión, el paso

cosquilleante de la araña sobre mi piel, su peso indefinible, su consistencia de entraña.

Sin embargo, siempre amanece. Estoy vivo y mi alma inútilmente se apresta y se

perfecciona.

Hay días en que pienso que la migala ha desaparecido, que se ha extraviado o que ha

muerto. Pero no hago nada para comprobarlo. Dejo siempre que el azar me vuelva a

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poner frente a ella, al salir del baño, o mientras me desvisto para echarme en la cama. A

veces el silencio de la noche me trae el eco de sus pasos, que he aprendido a oír, aunque

sé que son imperceptibles.

Muchos días encuentro intacto el alimento que he dejado la víspera. Cuando desaparece,

no sé si lo ha devorado la migala o algún otro inocente huésped de la casa. He llegado a

pensar también que acaso estoy siendo víctima de una superchería y que me hallo a

merced de una falsa migala. Tal vez el saltimbanqui me ha engañado, haciéndome pagar

un alto precio por un inofensivo y repugnante escarabajo.

Pero en realidad esto no tiene importancia, porque yo he consagrado a la migala con la

certeza de mi muerte aplazada. En las horas más agudas del insomnio, cuando me pierdo

en conjeturas y nada me tranquiliza, suele visitarme la migala. Se pasea

embrolladamente por el cuarto y trata de subir con torpeza las paredes. Se detiene,

levanta su cabeza y mueve los palpos. Parece husmear, agitada, un invisible compañero.

Entonces, estremecido en mi soledad, acorralado por el pequeño monstruo, recuerdo que

en otro tiempo yo soñaba en Beatriz y en su compañía imposible.



b) Identifica el inicio, el nudo y el desenlace, personajes, lugares, tiempo


c) Determina qué tipo de texto narrativo es


d) Has un listado de los verbos y adverbios que allí aparecen

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Respuestas a la pregunta

Contestado por nevelos1983
1

Respuesta:

la migraña pensar también q acaso estoy viendo víctima beatriz el monstruo la feria callejera soledad pequeño

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