la leyenda del gallo de la catedral
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La leyenda de El gallo de la Catedral
Había una vez un hombre muy rico que vivía como rey. Muy temprano en la mañana comía el desayuno. Después dormía la siesta. Luego, almorzaba y, a la tarde, oloroso a perfume, salía a la calle. Bajaba a la Plaza Grande. Se paraba delante del gallo de la Catedral y burlándose le decía:
– ¡Qué gallito! ¡Qué disparate de gallo!
Luego, don Ramón caminaba por la bajada de Santa Catalina. Entraba en la tienda de la señora Mariana a tomar unas mistelas.
Allí se quedaba hasta la noche. Al regresar a su casa, don Ramón ya estaba coloradito.
Entonces, frente a la Catedral, gritaba:
– ¡Para mí no hay gallos que valgan! ¡Ni el gallo de la Catedral!
Don Ramón se creía el mejor gallo del mundo! Una vez al pasar, volvió a desafiar al gallo:
– ¡Qué tontería de gallo! ¡No hago caso ni al gallo de la Catedral!
En ese momento, don Ramón sintió que una espuela enorme le rasgaba las piernas. Cayó herido.
El gallo lo sujetaba y no le permitía moverse. Una voz le dijo:
– ¡Prométeme que no volverás a tomar mistelas!
– ¡Ni siquiera tomaré agua!
– ¡Prométeme que nunca jamás volverás a insultarme!
– ¡Ni siquiera te nombraré!
– ¡Levántate, hombre! ¡Pobre de ti si no cumples tu palabra de honor!
– Gracias por tu perdón gallito.
Entonces el gallito regresó a su puesto.
¿Cómo pudo bajar de la torre si ese gallo es de fierro?
Ya pueden imaginarse lo que sucedió: los amigos de don Ramón le jugaron una broma, para quitarle el vicio de las mistelas.
Había una vez un hombre muy rico que vivía como rey. Muy temprano en la mañana comía el desayuno. Después dormía la siesta. Luego, almorzaba y, a la tarde, oloroso a perfume, salía a la calle. Bajaba a la Plaza Grande. Se paraba delante del gallo de la Catedral y burlándose le decía:
– ¡Qué gallito! ¡Qué disparate de gallo!
Luego, don Ramón caminaba por la bajada de Santa Catalina. Entraba en la tienda de la señora Mariana a tomar unas mistelas.
Allí se quedaba hasta la noche. Al regresar a su casa, don Ramón ya estaba coloradito.
Entonces, frente a la Catedral, gritaba:
– ¡Para mí no hay gallos que valgan! ¡Ni el gallo de la Catedral!
Don Ramón se creía el mejor gallo del mundo! Una vez al pasar, volvió a desafiar al gallo:
– ¡Qué tontería de gallo! ¡No hago caso ni al gallo de la Catedral!
En ese momento, don Ramón sintió que una espuela enorme le rasgaba las piernas. Cayó herido.
El gallo lo sujetaba y no le permitía moverse. Una voz le dijo:
– ¡Prométeme que no volverás a tomar mistelas!
– ¡Ni siquiera tomaré agua!
– ¡Prométeme que nunca jamás volverás a insultarme!
– ¡Ni siquiera te nombraré!
– ¡Levántate, hombre! ¡Pobre de ti si no cumples tu palabra de honor!
– Gracias por tu perdón gallito.
Entonces el gallito regresó a su puesto.
¿Cómo pudo bajar de la torre si ese gallo es de fierro?
Ya pueden imaginarse lo que sucedió: los amigos de don Ramón le jugaron una broma, para quitarle el vicio de las mistelas.
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la leyenda se trata de un hombre borracho que cuando salia del bar se iba peleando con todos los que se encontraba hasta con un gallo que estaba pintado en la iglesia de san francisco de quito
un dia un amigo del hombre le quizo jugar una broma y se vistio de gallo
el hombre como siempre se peleaba con todos y cuando llego....
su amigo le salto encima y el gallo le dijo nunca mas volveras a beber y asi lo izo el hombre nunca mas vovio a beber
un dia un amigo del hombre le quizo jugar una broma y se vistio de gallo
el hombre como siempre se peleaba con todos y cuando llego....
su amigo le salto encima y el gallo le dijo nunca mas volveras a beber y asi lo izo el hombre nunca mas vovio a beber
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