Historia, pregunta formulada por mariavictoriasanchez, hace 4 meses

la Isla de tesoro¿cuál era el preocupación que el marinero tenía ? ayuda​

Respuestas a la pregunta

Contestado por aaronjesusapazaobreg
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Respuesta:

Cuando subí a cubierta, a la siguiente mañana, el aspecto de la isla había cambiado por completo. Aunque la brisa había amainado del todo, habíamos hecho mucho camino durante la noche, y estábamos ahora encalmados a una media milla al suroeste de la costa oriental, que era muy baja. Bosques de un color gris cubrían gran parte del terreno. Es cierto que esta tonalidad monótona se interrumpía con bandas de arena amarilla en las tierras más bajas y con muchos árboles altos de la familia del pino, que descollaban sobre los demás, algunos solitarios y otros en grupos; pero la coloración general era uniforme y triste. Los montes se erguían bruscamente sobre la vegetación como torreones de pelada roca. Todos  

-Está bien -dijo con un juramento-; gracias que va a durar poco.

Me pareció aquello de muy mal agüero, pues hasta aquel día los marineros habían atendido a sus deberes con presteza y docilidad; pero la mera vista de la isla había aflojado las ataduras de la disciplina.

Mientras duró el remolque, John el Largo no se separó del lado del timonel y fue guiando el buque. Conocía el canal como la palma de su mano, y aunque el que iba sondeando en la proa encontraba siempre más agua que la que se indicaba en el mapa, John no titubeó una sola vez.

-Aquí hay un arrastre muy grande con el reflujo -dijo-, y este paso ha sido excavado, como quien dice, con una azada.

Fondeamos precisamente donde estaba el áncora en el mapa, a un tercio de milla de las dos costas, teniendo a un lado la isla grande y a otro la Isla del Esqueleto. El fondo era de arena limpia. El chapuzón del ancla hizo levantarse nubes de pájaros que giraban chillando sobre los bosques; pero en menos de un minuto volvieron a posarse, y todo quedó otra vez en silencio.

El fondeadero estaba rodeado de tierra por todos lados, en medio de bosques; los árboles llegaban hasta la marca de las mareas altas; las costas eran llanas por la mayor parte, y las cumbres de los montes se alzaban alrededor, a cierta distancia, en una especie de anfiteatro: una aquí y otra allá. Dos riachuelos, o mejor dicho dos pantanos, desembocaban en aquel lago, pues así podía llamársele, y el follaje por aquella parte de la costa tenía como una especie de ponzoñoso lustre. Desde el barco no podíamos ver nada de la casa o de la estacada, porque estaban enterradas entre los árboles, y a no ser por el mapa que estaba en la cámara, pudiera creerse que éramos los primeros que habían anclado allí desde que la isla surgió de los mares.

No se movía una bocanada de aire, y sólo rompía el silencio el tronar de las rompientes, a media milla de distancia, a lo largo de las playas y contra las rocas en el exterior. Un olor raro, como de aguas estancadas, se cernía sobre el fondeadero: olor de hojas en remojo y de troncos podridos. Vi que el doctor no hacía sino aspirar por la nariz, como quien prueba un huevo que no está fresco.

-No sé si habrá por aquí tesoros -dijo-; pero apuesto la peluca a que hay fiebre.

Si la conducta de los marineros había sido alarmante en los botes, cuando volvieron a bordo se hizo francamente amenazadora. Se tendieron por cubierta en grupos que charlaban y gruñían. La más ligera orden era recibida con miradas aviesas y ejecutada rezongando y de mala gana. Hasta los marineros honrados se habían contagiado, pues no había ninguno a bordo que pudiera servir de modelo a los otros. Era evidente que la rebelión se cernía sobre nosotros como una nube de tormenta.

Al fin, sin embargo, se organizó la expedición. Seis se iban a quedar a bordo, y los trece restantes, incluyendo a Silver, comenzaron a embarcarse.

Y entonces fue cuando me vino a la cabeza la primera de las ideas locas que tanto contribuyeron para salvar nuestras vidas. Si Silver dejaba allí seis hombres, era evidente que nosotros no podíamos tomar el barco y defenderlo, y puesto que sólo se quedaban seis, era indudable que la gente de la cámara no tenía necesidad de mi ayuda. Se me ocurrió de pronto irme a tierra.

Explicación:


mariavictoriasanchez: hola donde dice la preocupación del marinero
mariavictoriasanchez: te doy coronita si quieres
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