Religión, pregunta formulada por lpipe2512, hace 1 año

la importancia de aprender a reconocer los rasgos y valores personales de Jesús

Respuestas a la pregunta

Contestado por vargasandrea13
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Respuesta:

Explicación:

¿Por qué reacciono de ese modo? ¿Por qué soy así? ¿Podré cambiar? Son algunas de las preguntas que alguna vez pueden asaltarnos. A veces, nos las planteamos respecto a los demás: ¿por qué tiene ese modo de ser?... Vamos a profundizar sobre estas cuestiones, mirando a nuestra meta: parecernos cada vez más a Jesucristo, dejándolo obrar en nuestra existencia.

Este proceso abarca todas las dimensiones de la persona, que al divinizarse conserva los rasgos de lo auténticamente humano, elevándolos según la vocación cristiana. Y es que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre: perfectus Deus, perfectus homo. En Él contemplamos la figura realizada del ser humano, pues «Cristo Redentor (...) revela plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es ‒si se puede hablar así‒ la dimensión humana del misterio de la Redención. En esta dimensión el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad»[1].

La nueva vida que hemos recibido en el Bautismo está llamada a crecer hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la plenitud de Cristo[2].

Si bien lo divino, lo sobrenatural, es el elemento decisivo en la santidad personal, lo que une y armoniza todas las facetas del hombre, no podemos olvidar que esto incluye, como algo intrínseco y necesario, lo humano: Si aceptamos nuestra responsabilidad de hijos suyos, Dios nos quiere muy humanos. Que la cabeza toque el cielo, pero que las plantas pisen bien seguras en la tierra. El precio de vivir en cristiano no es dejar de ser hombres o abdicar del esfuerzo por adquirir esas virtudes que algunos tienen, aun sin conocer a Cristo. El precio de cada cristiano es la Sangre redentora de Nuestro Señor, que nos quiere -insisto- muy humanos y muy divinos, con el empeño diario de imitarle a Él, que es "perfectus Deus, perfectus homo"[3].

La tarea de formar el carácter

La acción de la gracia en las almas va de la mano con un crecimiento en la madurez humana, en la perfección del carácter. Por eso, al mismo tiempo que cultiva las virtudes sobrenaturales, un cristiano que busca la santidad procurará alcanzar los hábitos, modos de hacer y de pensar que caracterizan a alguien como maduro y equilibrado. Se moverá no por un simple afán de perfección, sino para reflejar la vida de Cristo; por eso, san Josemaría anima a examinarse: —Hijo: ¿dónde está el Cristo que las almas buscan en ti?: ¿en tu soberbia?, ¿en tus deseos de imponerte a los otros?, ¿en esas pequeñeces de carácter en las que no te quieres vencer?, ¿en esa tozudez?... ¿Está ahí Cristo? —¡¡No!! La respuesta nos da una clave para emprender esta tarea: —De acuerdo: debes tener personalidad, pero la tuya ha de procurar identificarse con Cristo[4]

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