La época de las monarquías absolutistas europeas comenzó a declinar a comienzos del siglo XVIII. El orden político absolutista estaba basado en cuatro principios fundamentales que eran, al mismo tiempo, expresiones de su fortaleza y su debilidad. La principal característica que lo definía como régimen de gobierno era la concentración del poder y la arbitrariedad política. Al reunir el monarca la supervisión y el control de los asuntos del Estado, se facilitaba la toma de decisiones, pero cualquier ataque contra la persona del rey todopoderoso era una amenaza contra el Estado y el gobierno. Además, un monarca desinteresado de las responsabilidades de gobierno o incapaz de gestionar eficientemente el Estado ponía en peligro todo el orden político. En segundo lugar, mantuvo y reforzó los privilegios feudales. Los derechos señoriales y eclesiásticos –como la posibilidad de exigir a los campesinos una parte de sus cosechas por el uso de la tierra– eran la base económica de la nobleza y el clero, y el sostén de la sociedad organizada jerárquicamente, cuya cima era el rey. Pero, hacia fines del siglo XVII, la preeminencia social de la aristocracia dejó de tener una correlación en el plano político, dado que los monarcas vendieron o entregaron los cargos de la administración del Estado a miembros de la alta burguesía y marginaron a los aristócratas del gobierno. Esto provocó un fuerte resentimiento entre los aristócratas, impedidos de participar en la gestión del Estado, pero también entre los burgueses que, aunque ocupaban los cargos públicos, no podían detentar los títulos feudales reservados a la nobleza y el clero. En tercer lugar, los Estados absolutistas tuvieron un gasto creciente por la expansión de la estructura burocrática con el fin de sostener su poder total. A la vez, ampliaron y modernizaron los ejércitos para imponer el poder real ante la nobleza y los otros monarcas absolutos. A las dificultades financieras, se sumó la crisis económica provocada por la disminución de la producción agrícola, que fue particularmente severa luego de 1650. El aumento de los gastos de Estado obligó a los monarcas absolutos a subir los impuestos y endeudarse. Como consecuencia, fueron cada vez más dependientes de la burguesía, que les prestaba dinero o era la única capaz de comprar los cargos públicos en venta. En algunos casos, el monarca buscó el apoyo de la aristocracia para limitar el ascenso de la burguesía, lo que agudizó las tensiones sociales. La última característica fue el estímulo al comercio. Ante la crisis agrícola del siglo XVII, los monarcas promovieron los intercambios mercantiles como fuentes de riqueza. Sin embargo, intentaron mantener el control sobre los flujos de mercancías y de capitales, regularon la producción industrial y fijaron un sistema de tarifas o impuestos aduaneros muy rígidos, lo que pronto se transformó en un obstáculo para la expansión mercantil.
ACTIVIDAD 1 Expliquen por qué las siguientes características de las monarquías absolutas eran, al mismo tiempo, expresión de la fortaleza y la debilidad de ese régimen político.
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Respuesta:oyes que no sabe que hacer para que
Explicación:es fácil y no se trata del mismo
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