la economía nacional ha evolucionado eficientemente justifica
Respuestas a la pregunta
Respuesta:El invento de la economía y su “medio ambiente”
La preocupación por la crisis ambiental y la polarización social ha marcado el final del siglo XX, poniendo en cuestión la fe en la senda de progreso indefinido que nos había propuesto la civilización industrial. Sin embargo este hecho no autoriza por si solo a hablar de crisis de civilización. Es más, puede argumentarse que el proyecto de modernidad y progreso subyacente nunca se había extendido tanto, ni había desbancando tanto como ahora a otras formas de concebir y de sentir el mundo.
Empecemos por advertir una curiosa paradoja: se dice que la crítica “postmoderna”[1] ha subvertido los dogmas de la modernidad pero se silencia que algunos de estos dogmas, como son las ideas al uso de sistema político y económico, han escapado milagrosamente a esa subversión y siguen gozando de buena salud. Se compatibilizan, así, paradójicamente, los más extremos alardes de relativismo “postmoderno”, con la petrificación tan extrema del modelo de sociedad actualmente dominante que permite diagnosticar sin rubor “el fin de la Historia” y “la muerte de las (otras) ideologías”. Y es que la relativización ha trascendido solo hasta donde resultaba funcional a los poderes establecidos, sirviendo a veces más para esterilizar que para incentivar las críticas al modelo de sociedad actual.
La ideología que canta los parabienes de la llamada “globalización” y justifica los poderes hoy hegemónicos en el mundo no es ningún fruto “postmoderno”, sino una simple herencia del empeño ilustrado o moderno de construir una civilización universal apoyada en bases pretendidamente racionales. Como los ensayos deconstructivos del pensamiento postmoderno son poco útiles para construir justificaciones sólidas del poder, se mantiene bien firme la visión moderna del individuo y de la sociedad, con sus ideas de sistema político y económico, para ofrecer al poder coartadas de racionalidad. Y es que resulta difícil ofrecer a los ricos y poderosos otro regalo mejor que el que les hizo esta visión de la sociedad al liberar de cualquier cortapisa moral el manejo del poder y la riqueza. El secreto del éxito del nuevo credo así configurado estriba en que “a los fuertes les promete libertad absoluta en el ejercicio de su fuerza y a los débiles la esperanza de que algún día lleguen a ser fuertes” (Tawney, R.H., 1921).
Explicación:En efecto, el pensamiento moderno consiguió emancipar por vez primera lo político y lo económico de las antiguas reglas morales, no sólo mediante la relajación más o menos instrumental y transitoria de estas reglas, sino a base de identificar con el bien el poder y la riqueza y con la virtud el afán de acrecentarlos. Corresponde al mismo Maquiavelo (en El Príncipe, 1513) el mérito de haber roto tempranamente la dicotomía entre poder y virtud, para hacer de la política una disciplina independiente: "El Príncipe -señala este autor- debe aparecer siempre del lado de la virtud, sólo para trabajar más efectivamente en la causa del poder; porque dentro del Estado el poder es sólo virtud, y como virtud su única recompensa". En lo económico, tanto Mandeville con su famosa Fábula de las abejas (1729), cuyo subtítulo rezaba “donde las vicios privados hacen el bien público”, o Smith con su famosa “mano invisible del mercado”, que se suponía enderezaba el egoísmo individual en beneficio de la comunidad, presentaban este campo como una excepción a los otros aspectos de la vida regidos por la moral ordinaria. Y Malthus dio un paso más, en sus Principios de Economía Política (1820) al cambiar la propia idea de virtud, tal y como lo había hecho Maquiavelo para la política: "Todos los moralistas -señala Malthus- desde los más antiguos a los más modernos, nos han enseñado a preferir la virtud a la riqueza... se ha supuesto siempre que diferían esencialmente por sí mismas, pero si la virtud constituye la riqueza ¿cómo interpretar todas las admoniciones morales que nos exhortan a abandonar la segunda para dedicarnos a la primera? ¿Por qué repetir que no hay que dirigir nuestra ambición hacia la riqueza si la virtud es la riqueza?". En resumidas cuentas que tras haber hecho buenos y virtuosos el poder y la riqueza y concluido, desde hace tiempo se viene postulando que, en política y en economía, el fin justifica los medios: la eficiencia en el logro de poder o de riqueza dice, a la postre, si los medios son buenos o malos con independencia de los daños sociales o ambientales que éstos ocasionen. En lo que sigue reflexionaremos sobre la génesis y afianzamiento del pensamiento económico dominante y sobre su función a la vez apologética de un poder crecientemente económico, y mistificadora de los problemas y las tendencias en curso, que apuntan inequívocamente hacia el deterioro ecológico y la polarización social.