La dimensión religiosa caracteriza al ser humano desde sus orígenes. Purificados de la superstición, debida en definitiva a la ignorancia y el pecado, las expresiones de la religiosidad humana manifiestan la convicción de que existe un Dios creador, del cual dependen el mundo y nuestra existencia personal. Si es verdad que el politeísmo ha acompañado muchas fases de la historia humana, también es verdad que la dimensión más profunda de la religiosidad humana y de la sabiduría filosófica han buscado la justificación radical del mundo y de la vida humana en un único Dios, fundamento de la realidad y cumplimiento de nuestra aspiración a la felicidad (cfr. Catecismo, 28)
El hombre es y se construye dentro de un “proceso de maduración”, donde experimenta constantes alternancias, motivadas por los impactos de los diversos acontecimientos de su vida. El tema que nos ocupa es el hombre religioso, hoy. La pregunta que cabría es: ¿qué significado tiene Dios para su vida? ¿Cuáles son los aspectos más importantes de la condición humana que suscitan en el hombre preguntas de sentido, capaces de abrirle a lo Trascendente o Definitivo
El ser humano puede llegar a experimentar la existencia como don y a partir de ahí, reconocerse como criatura, en dependencia de Alguien del que ha recibido la existencia y las múltiples posibilidades, a través del cual, alcanzar la realización plena en el ámbito personal y comunitario. Dios es origen de su vida. La tarea de encontrar y buscar el verdadero rostro de hombre que se perfila en la sociedad y cultura, es a mi juicio, necesaria, urgente y permanente. Nunca podremos dar respuesta a las situaciones personales y comunitarias si no las conocemos y no desvelamos lo que son.
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