¿La conciencia corporal, tiene relación con el pensamiento y la concentración? ¿Por qué?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Conciencia corporal y cambio II: La dialéctica de la expansión-concentración
versus el monólogo de las resistencias-seguridades
A modo de revisión
Sabemos que a menudo la memoria flaquea, no porque se le pueda imputar una
debilidad innata, sino porque posiblemente la sometemos a un estrés informativo que le
dificulta ordenar, clasificar y seleccionar aquello que nos puede ser más relevante en
cada uno de los momentos en los que queremos acceder a los datos y conocimientos
que almacena. Quizás también, porque tenemos la costumbre, que de alguna manera
se ha ido generalizando, de que cuando queremos recuperar estos datos lo hacemos,
igualmente, en circunstancias suficientemente estresantes como para que, en lugar de
hacerle una petición clara y bien direccionada, lo que le enviamos a nuestro cerebro es
una demanda confusa, como si fuera envuelta en una capa de tensiones, derivadas del
esfuerzo que debemos hacer para pensar, quizás porque no sabemos, todavía,
conducir adecuadamente nuestra energía y convertir este esfuerzo en una fuente de
placer y conocimiento.
De hecho, esto puede resonarnos de algunas de las cosas que ya nos hemos ido
planteando en otros momentos del itinerario de formación que estamos desarrollando,
en el sentido de aquellas "seguridades externas" que buscamos en la realización de
nuestras acciones de forma que podamos garantizar la sensación de presencia, y que
a lo único que nos conducen es a crear una serie de tensiones que acaban
convirtiéndose en la propia sensación. Y el trabajo que nos cuesta luego poder reenviar
esto al nivel de la conciencia de forma que lo podamos modificar y resituar de una
forma más natural y equilibrada.
Pero no es exactamente de esto de lo que queríamos hablar en este escrito, lo que
ocurre es que antes de continuar el discurso que iniciamos en nuestro primer
documento, también referido a la conciencia corporal y al cambio, quisiéramos recordar
y recoger los hechos más significativos que en él apuntábamos, de forma que nos
podamos situar en un punto de partida que sea suficientemente claro para todos,
incluso para nosotros mismos, que hemos visto pasar varios meses desde entonces, y
nuestra vida y nuestros pensamientos han ido madurando y floreciendo, de la misma
forma que se ha ido desplegando el itinerario natural de las estaciones del año.
En aquel momento, el punto de partida, el hilo conductor de nuestro discurso, fue un
fenómeno que llamamos, por darle algún nombre, el "síndrome de la insatisfacción",
que a nuestro entender padece una buena parte del profesorado, por no decir la
mayoría. Esta insatisfacción, que intentábamos justificar de una forma suficientemente
elocuente, genera contradicciones muy importantes entre aquello que se quiere hacer y
se intenta realizar, a nivel del desarrollo de procesos de enriquecimiento y crecimiento
de la persona, y el agotamiento no compensado por la falta de estímulos y
reconocimientos, así como por las presiones que se padecen, de diferente índole e
intensidad. Esto conlleva una disfuncionalidad tanto en el desarrollo de la autonomía,
como en el crecimiento personal, así como en la búsqueda creativa de la resolución de
conflictos (sean del tipo que sean, y no necesariamente entendidos como negativos, ni
mucho menos).
Decíamos, también, que la acumulación de bienes y saberes, hecho que se suele dar
en el binomio sociedad-escuela, no comporta una satisfacción plena sino más bien
implica una pérdida de la orientación natural que debería seguir el proceso de
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"convertirse en persona", tal y como lo nombra Rogers. Podríamos decir que la
cuestión central en este proceso no está en el hecho de acumular sino que hace falta
trabajar sobre la propia identidad, elaborar las interacciones entre el interior y el exterior
con una base personal sólida, es decir, el ser y el ser con los demás.