La asamblea de las herramientas.
Había un martillo, un tornillo y un trozo de papel de lija que decidieron
organizar una reunión para discutir algunos problemas que habían
surgido entre ellos. Las tres herramientas, que eran amigas, solían tener
peleas a menudo, las discusiones cada vez eran más fuertes, por lo
que era urgente acabar con las disputas.
A pesar de su buena disposición inicial pronto surgió un problema:
chocaban tanto que ni siquiera eran capaces de acordar quién tendría el
honor de dirigir el debate.
En un principio el tornillo y la lija pensaron que el mejor candidato era el
martillo.
– Mira, pensándolo bien, martillo, no debes ser tú, el que dirija la
asamblea ¡Eres demasiado ruidoso, siempre golpeándolo todo! Lo siento,
pero no serás el elegido.
¡El martillo se enfadó muchísimo porque se sentía perfectamente
capacitado para el puesto de moderador!
Rabioso, contestó:
– Con que esas tenemos ¿eh? Pues si yo no puedo, tornillo miserable, tú
tampoco ¡Eres un inepto y sólo sirves para girar y girar sobre ti mismo
como un tonto!
¡Al tornillo le pareció fatal lo que dijo el martillo! Se sintió tan
menospreciado que, por unos segundos, el metal de su cuerpo se calentó
y se volvió de color rojo.
A la lija le pareció una situación muy cómica y le dio un ataque de risa, lo
cual hizo enfadar a los demás.
El tornillo, muy irritado, dijo:
– ¿Y tú de qué te ríes, estúpida lija? ¡Ni en sueños pienses que tú serás
la presidenta de la asamblea! Eres muy áspera y acercarse a ti es muy
desagradable porque raspas ¡No te mereces un cargo tan importante y
me niego a darte el voto!
El martillo estuvo de acuerdo y le dio la razón.
¡La cosa se estaba poniendo muy pero que muy fea y estaba a punto de explotar!
Por suerte, algo inesperado sucedió: en ese momento. ¡entró el
carpintero!
Al notar su presencia, las tres herramientas enmudecieron y se quedaron
quietas. Desde sus puestos observaron cómo, ajeno a la disputa,
colocaba sobre el suelo varios trozos de madera y se ponía a fabricar una
hermosa mesa.
Como es natural, el hombre necesitó utilizar diferentes utensilios para
realizar el trabajo: el martillo para golpear los clavos que unen las
diferentes partes, el tornillo hacer agujeros y el trozo de lija para quitar las
rugosidades de la madera y dejarla lustrosa.
La mesa quedó fantástica, y al caer la noche, el carpintero se fue a
dormir. En cuanto reinó el silencio en la carpintería, las tres herramientas
se juntaron para charlar, pero esta vez con tranquilidad y una actitud
mucho más positiva.
El martillo fue el primero en alzar la voz.
– Amigos, estoy avergonzado por lo que sucedió esta mañana. Nos
hemos dicho cosas horribles que no son ciertas.
El tornillo también se sentía mal y le dio la razón.
– Es cierto… Hemos discutido echándonos en cara nuestros defectos,
cuando en realidad todos tenemos virtudes que merecen la pena.
La lija también estuvo de acuerdo.
– Si, chicos, los tres valemos mucho y los tres somos imprescindibles en
esta carpintería ¡Mirad qué mesa tan chula hemos construido entre todos!
Tras esta reflexión, se dieron un fuerte abrazo de amistad. Formaban un
gran equipo y jamás volvieron a tener problemas entre ellos.
Una moraleja y una reflexión sobre la lectura es para mañana:(
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Respuesta:
esta buena esa moraleja
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