l mensaje de hoy en el evangelio 23 de marzo
Respuestas a la pregunta
Respuesta.
«Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.
Dios no nos deja de su mano
En este relato de Números, vemos el desfallecimiento del pueblo de Israel cuando atraviesan el desierto cerca del monte Horeb camino del mar Rojo. No es un camino fácil, ni un momento relajado. El desierto significa dificultades y penurias, que hacen que el pueblo añore su anterior situación de esclavitud en Egipto. Estas dificultades hacen que el Pueblo maldiga de Dios y de Moisés por el temor de morir abandonados. Sus males se incrementan al sufrir una plaga de serpientes venenosas. Y entonces recurren nuevamente a Moisés y vuelven su rostro al Señor para que les salven de este nuevo peligro. Y Dios ordena a Moisés que fabrique una serpiente de bronce y la coloque como un estandarte. El que sea picado de serpientes y mire el estandarte, quedará sanado. Dios socorre una vez más al pueblo. No les pide otra cosa que confiar y volver la vista hacia Él, a la solución que Dios les ha prestado. La salvación definitiva contra el maligno, contra la serpiente, símbolo del mal a lo largo de los escritos bíblicos, será también levantada en la cruz para que quien crea en Él y se convierta, quede liberado del pecado y de las culpas. Es una salvación gratuita, que sólo exige fe y confianza. Volver la mirada hacia Dios con la esperanza puesta en su salvación.
Y nos salva por la cruz de Jesús
En este fragmento de Juan, seguimos percibiendo el desencuentro de Jesús con los fariseos. Son dos visiones contrapuestas de entender el destino de Jesús y el mensaje de Dios. No podemos acercarnos a la salvación de Dios desde una visión mundana y terrena de la vida. Si no nos entregamos al sentir de Dios no somos capaces de vencer el pecado y la muerte. Por eso Jesús les dice: si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados. Yo comunico al mundo lo que he aprendido de Él. Esta es la clave del misterio de Jesús. Toda su vida está en función de la voluntad del Padre, hasta su final cuando sea levantado en la cruz. Y desde esa cruz cobra sentido la misión de Jesús y toda nuestra existencia de cristianos. Como Jesús hemos de volcarnos en cumplir la voluntad del Padre, asumiendo cada uno su propia cruz así como Jesús la llevó a su cumplimiento. La cruz es signo del amor de Dios al hombre, que al entregar a su Hijo en la cruz, es fuente de vida y liberación total de nuestros pecados. Quien se encierra en sus criterios y no mira por encima del saber mundano, no puede llegar a comprender el verdadero sentido de la vida desde Dios. Si no superamos el egoísmo de nuestra perspectiva miope, no podremos ver al otro como alteridad salvada gratuitamente en Cristo. La cruz nos hermana como hijos de Dios. Hacer la voluntad de Dios supone estar en la perspectiva de la cruz, del anonadamiento personal para llevar a cabo la misión salvadora con Cristo. Entramos en la dinámica del amor de Dios que nos amó primero, y somos capaces de amar al prójimo, porque es el mandamiento y modelo que Dios nos pide .¿Pero qué significa este mandamiento del amor desde la perspectiva de la cruz? Solidarizarse con todos estos hermanos nuestros victimas del desprecio y marginación del mundo que habitan las fronteras del hambre, la enfermedad, la miseria o la marginación. En ellos, y con ellos sufre la pasión Jesús, y sufrimos nosotros el desprecio hacia el amor de Dios. Optar por la salvación de los marginados es fortalecer nuestra fe en Jesús y realizar el Reino de Dios en este mundo.
Explicación: