Juan, Pedro y el huracán Mitch
Hubo un tiempo en que el abuelo de Juan cultivaba alimentos suficientes para vivir bien en el valle de Honduras.
Más adelante, cuando una empresa frutícola compró sus tierras, el abuelo se trasladó a las montañas. Allí enseñó
a su hijo, Aurelio, el padre de Juan, a despejar de árboles las laderas del cerro y a quemar los tocones. Después
de cada cosecha, quemaban las cañas de maíz y las ramas de frijol para hacer más ceniza con la cual fertilizar
la tierra. Aurelio enseñó a Juan a labrar de la misma manera. Pero cuando Juan llegó a su adolescencia la tierra
estaba agotada y las cosechas eran malas. Juan no podía despejar nuevos terrenos porque toda la tierra cercana
pertenecía a otros agricultores, a las empresas frutícolas y a los ganaderos. Juan cortó todos los árboles de las
laderas y sembró todo el maíz, frijol y legumbres que pudo. Sin embargo, el maíz produjo una sola mazorca y los
insectos atacaron el frijol. Como muchos de sus vecinos, Juan compró fertilizantes químicos para mejorar sus
cultivos y roció plaguicidas para exterminar los insectos. Conseguir dinero para los plaguicidas fue difícil,
especialmente porque la tierra seguía produciendo escasamente lo necesario para alimentar a su familia. Cuando
una gran tormenta produjo lluvias torrenciales y vientos fuertes durante 4 días, las laderas de los cerros se
convirtieron en ríos de lodo y las casas se deslizaron hasta el campo. Los cultivos y la casa de Juan se arruinaron,
el suelo fue arrastrado, dejando sólo piedras. Juan tuvo que volver a comenzar desde cero. Pedro, el vecino de
Juan, sobrevivió a la tormenta mejor que él. Pedro cultiva el maíz, el frijol y las legumbres en medio de árboles
que producen fruta, sombra y forraje para sus animales. Pedro no quema las cañas de maíz ni las ramas del frijol,
sino que las cortas después de la cosecha y las deja encima del suelo. Pedro también sembró barreras vivas de
agave y de otras plantas para mantener el suelo y evitar que el agua lo arrastre. Después de la tormenta, las
raíces de los árboles sostuvieron en su lugar la mayor parte del suelo y las barreras que hizo retuvieron el resto.
“Las diferentes plantas se ayudan entre sí para enriquecer el suelo”, dice Pedro. “Ni siquiera nos dimos cuenta
de que había pasado una tormenta por aquí. El agua pudo absorberse mejor en mis terrenos porque son parecidos
a los del bosque”. Con la ayuda de Pedro, Juan comenzó a restaurar sus campos. Comenzó por sembrar un
cultivo de frijol como abono verde para restaurar la fertilidad del suelo. También sembró barreras vivas y una
variedad de árboles. Pronto, otros vecinos comenzaron a hacer lo mismo con la esperanza de que estos métodos
de agricultura sostenible les permitirán a sus familias sobrevivir a otras tormentas. Cuando ve cómo crecen sus
plantitas y árboles Juan piensa en sus hijos, que utilizarán este pedazo de tierra para sostener a sus propios hijos
en los años venideros.
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