Geografía, pregunta formulada por arianealvis321, hace 7 meses

juan de la rosa cap 15​


1097498079: librotes y mi necia presunción de haber pasado el puente del asno en mi Nebrija? ¿Iré a verla así, con las manos vacías y los ojos llenos de lágrimas, para hacerle derramar solamente las últimas que habrán quedado en los suyos?...
1097498079: Pensando así muy triste y cabizbajo llegué a mi cuarto; me cerré por dentro, y busqué una llave en el cajón de la mesa, para abrir el arca que contenía toda mi herencia, no inventariada todavía por mí hasta aquel momento.
1097498079: No había más ropa blanca y de color que la mía, muy usada y raída. La de mi madre debió haber sido distribuida por su mandato a las pobres mujeres que la asistían. Sólo quedaba un par de sus zapatitos más nuevos, de cuero embarnizado y con rojos tacones, que yo besé y estuve mirando largo rato, hasta volver a ponerlos en su sitio.
1097498079: En un rincón encontré cuidadosamente enrollado el cuadro de la Virgen; y lo clavé en la pared, sobre la cabecera de mi cama, notando entonces que parecía un retrato de mi madre, y que tenía en un pliegue del manto azul, como imperceptibles sombras, las letras C. y A. con una rúbrica. Un paquete negro, que toqué distraídamente con la mano en seguida
1097498079: , me hizo estremecer, y lo dejé como estaba: era la cuerda del ahorcado. Hallé, por último, un baulito de madera, con su llave en la cerradura; lo puse sobre la mesa; lo abrí; saqué sucesivamente de él un paño no acabado de bordar, que tenía una mancha circular de sangre; una cajita de cartón, y la alcancía recompuesta con cola y aserrín, para unir los fragmentos.
1097498079: La cajita de cartón contenía el alfiler, los aretes y el —208→ anillito de marfil de mi madre. Noté recientemente que éste era una obra delicada de diestro buril: tenía al rededor, dejando sólo un pequeño espacio para una tapita de oro, las palabras quichuas Cusi Coillur; la tapita tenía a su vez grabada una rosa, y abierta ella, en el fondo de una cavidad, permitía ver las mismas dos letras misteriosas del pliegue del manto de la Virgen.
1097498079: La alcancía estaba muy liviana; pero al agitarla en mi mano sentí un pequeño ruido metálico y el más claro y seco de las monedas que golpeaban las paredes. Separé al punto con un clavo uno de los pedazos de la tapa recompuesta, y lancé un grito de alegría, con tanta satisfacción como si hubiese descubierto los tesoros de Tangatanga.
1097498079: Había algunas moneditas de oro, cinco o seis, muy nuevas y brillantes. Cogí una, me la puse en el bolsillo, acomodé todas las cosas como antes estaban, y salí corriendo en dirección a la casita que tanto conocía.
1097498079: Vi desde media cuadra, al torcer una esquina, a la pobre Clara sentada en una alta silla, que se arrimaba a una hoja de la puerta. Vestía de negro; estaba muy pálida; me pareció ahora más bella que Mariquita, casi tanto como mi madre. Deshilaba sin verlo en su falda un trapo muy limpio de lino; uno de sus pies estaba recogido sobre el barrote de silla;
1097498079: el otro, desnudo, blanco y sonrosado, jugaba distraídamente con el zapato pendiente apenas de la punta de los dedos. Sus hermosos ojos miraban al cielo por sobre el techo de aquel feo caserón del frente, y cantaba a media voz, como mi madre, el siguiente harahuidel coro de doncellas del Ollanta, que reconocí al acercarme:

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