Investigar y resumir cómo se dio la esclavitud en la época precolombina y su legado en Ecuador.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Explicación:La esclavitud en América incluye la esclavización de parte de la población indígena a partir del descubrimiento de América y la importación posterior a América de esclavos capturados en África subsahariana
La institución de la esclavitud ya existía en la América precolombina, pero los colonizadores españoles la continuaron y expandieron como medio de dominio y explotación de las tierras conquistadas.2 Sin embargo dicha esclavización no encajaba con las leyes castellanas y causó controversias jurídicas desde el principio.3 Ya en 1530, con el reinado de Carlos ,la esclavitud de los indios fue prohibida oficialmente, aunque algunos la practicaron de forma ilegal.4 Además los señores españoles disponían de las encomiendas, las cuales sí les permitían contar con la mano de obra de hombres libres.
Respuesta: Tan difícil como inoportuno sería tratar en estas breves notas la historia de la esclavitud en todos los pueblos y tiempos. Pero puede recurrirse, si nos asomamos a descuidadas grietas en la pared de la historia, a otras miradas no convencionales que complementen el reiterado tratamiento exclusivamente “africanista” de esta indignante degradación de la especie humana.
Desde América, tradicionalmente nos ha preocupado el tema de la trata de esclavos practicada por los negreros europeos en la época colonial y republicana, pero cegados por el esplendor de civilizaciones precolombinas destruidas por la ferocidad y codicia de los invasores transatlánticos, olvidamos citar los lados sombríos de aquellas. En efecto, en los poderosos imperios precolombinos también existía la esclavitud y en algunos abundaban los sacrificios humanos de prisioneros.
Los aztecas vieron caer casas y templos en un tiempo inimaginablemente breve, y esto en buena parte sucedió, aunque no suele contarse, porque los indios enemigos, aliados de Hernán Cortés, cuando entraron a Tenochtitlan la destruyeron con más furia y rapidez que los propios españoles. El imperio azteca constituía, en la época, un flagelo mortal para los indígenas “bárbaros”. A ellos, cuando caían prisioneros, les imponían una “muerte a filo de obsidiana”. Ofrecían así corazones chorreantes de sangre al hambre y sed de dioses insaciables. Pero no nos adelantemos y vayamos por partes.
Existían, en la época precolombina, dos grandes áreas de pueblos civilizados –es decir, constructores de ciudades– que formaban la llamada América Nuclear. Unos se situaban en la cordillera andina y la costa del Pacífico adyacente; otros en Mesoamérica, zona que abarcaba parte de México y América ístmica. Las vigorosas simientes que generaron esos árboles culturales provinieron de la región de Chavín de Huántar, en el Huari peruano, y de los enigmáticos olmecas de San Lorenzo, la Venta y Tres Zapotes, actuales localidades de los estados mexicanos de Veracruz y Tabasco. Fuera de estas culturas superiores, se distinguían otros dos grupos: las culturas medias de las áreas silvícolas, en las que figuraban tribus antropófagas, y las culturas inferiores de las regiones marginales.
Debe aclararse que lo de superior, medio e inferior corre por las vías de la abundancia, perfección y belleza de las objetivaciones materiales y no de las cualidades morales de sus portadores. Fueron mentes representativas del etnocentrismo del Occidente maquinista y capitalista, cegadas por los beneficios materiales del “progreso”, quienes propusieron esta clasificación: los pueblos superiores están por encima de los bárbaros y los salvajes, a quienes es preciso dominar o extinguir. En efecto, invocando credos, ideologías o concepciones del mundo, el hombre ha sido a lo largo de la historia el azote de sus semejantes. “Siempre las mismas cosas de la misma manera”, clamó León Felipe en su poema ‘¡Qué pena!’.
Los mayas
En Mesoamérica florecieron civilizaciones que alcanzaron notable desarrollo material, intelectual y artístico. La matriz debe buscarse en los madrugadores olmecas (1300, a. C.), cuyos testimonios artísticos sugieren contactos con los chinos: largas barbas y poblados bigotes, inexistentes entre los indios imberbes, epidermis muy claras y posiciones corporales como las del famoso “luchador”, propias del kung-fu.