investigar un actor colectivo
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Las historias tradicionales pintaron las independencias como acciones heroicas de grandes individualidades. Y aunque hemos avanzado mucho en el plano académico, todavía en la conciencia colectiva y en los sistemas educativos se mantiene la tendencia de interpretar los procesos a partir de las personalidades "determinantes".
Simón Bolívar es quizá el caso más extremo. La Independencia fue obra de su “genio”. El Libertador es el paradigma de esos “patriotas” superhombres que “nos dieron la libertad”, con una mítica acción bélica. Las complejas realidades de 20 años de guerra independentista se reducen a la participación individual de Bolívar y, a más tardar, también de sus tenientes.
Para esta visión han contribuido los sistemas educativos y una tendencia a la simplificación que caracteriza al sentido común. Pero no por enraizada y persistente que sea esta manera de ver las cosas es verdadera. La acción de los individuos en la historia no la determina. Sus actos personales pueden ser comprendidos solo en el marco de los grandes movimientos sociales, los actores son colectivos.
Es un error pensar que las sociedades se mueven por fuerzas impersonales, mecánicas, neutras. Pero también lo es “personalizar” los grandes movimientos económicos o sociales. Con ello no entendemos la realidad, ni siquiera a los propios personajes. Por eso debemos acercarnos a la independencia tratando de hacer confluir en su análisis el conocimiento de los personajes, con las condiciones de la sociedad que les tocó vivir.
En estos años que celebramos bicentenarios debemos profundizar nuestros esfuerzos por comprender mejor la acción de los protagonistas colectivos de las independencias. Hay que destacar el papel de las clases dominantes locales, es decir, los notables criollos. Pero también el de los grupos populares urbanos, básicamente artesanales y el pequeño comercio, que apoyaron la rebelión anticolonial con la movilización y su presencia en los ejércitos.
Los pueblos indios participaron poco. Y cuando lo hicieron, en muchos casos respaldaron a las fuerzas realistas. Los negros, en cambio, cuando vieron que su participación en la guerra les permitiría librarse de la esclavitud o ascender en la sociedad, se integraron en gran número a los ejércitos patriotas.
No se entendería el tono ideológico y la realidad militar de la Independencia, sin considerar la participación de los jefes de los ejércitos y de los intelectuales. A veces venidos de las élites, otras surgidos de los incipientes grupos medios de la sociedad colonial, y también frecuentemente salidos de estratos bajos de la población (mestizos y pardos) los generales, y en menor escala los políticos, pusieron el rasgo de radicalidad al proceso de Independencia, que reconocemos como acto fundacional de nuestros países.
Simón Bolívar es quizá el caso más extremo. La Independencia fue obra de su “genio”. El Libertador es el paradigma de esos “patriotas” superhombres que “nos dieron la libertad”, con una mítica acción bélica. Las complejas realidades de 20 años de guerra independentista se reducen a la participación individual de Bolívar y, a más tardar, también de sus tenientes.
Para esta visión han contribuido los sistemas educativos y una tendencia a la simplificación que caracteriza al sentido común. Pero no por enraizada y persistente que sea esta manera de ver las cosas es verdadera. La acción de los individuos en la historia no la determina. Sus actos personales pueden ser comprendidos solo en el marco de los grandes movimientos sociales, los actores son colectivos.
Es un error pensar que las sociedades se mueven por fuerzas impersonales, mecánicas, neutras. Pero también lo es “personalizar” los grandes movimientos económicos o sociales. Con ello no entendemos la realidad, ni siquiera a los propios personajes. Por eso debemos acercarnos a la independencia tratando de hacer confluir en su análisis el conocimiento de los personajes, con las condiciones de la sociedad que les tocó vivir.
En estos años que celebramos bicentenarios debemos profundizar nuestros esfuerzos por comprender mejor la acción de los protagonistas colectivos de las independencias. Hay que destacar el papel de las clases dominantes locales, es decir, los notables criollos. Pero también el de los grupos populares urbanos, básicamente artesanales y el pequeño comercio, que apoyaron la rebelión anticolonial con la movilización y su presencia en los ejércitos.
Los pueblos indios participaron poco. Y cuando lo hicieron, en muchos casos respaldaron a las fuerzas realistas. Los negros, en cambio, cuando vieron que su participación en la guerra les permitiría librarse de la esclavitud o ascender en la sociedad, se integraron en gran número a los ejércitos patriotas.
No se entendería el tono ideológico y la realidad militar de la Independencia, sin considerar la participación de los jefes de los ejércitos y de los intelectuales. A veces venidos de las élites, otras surgidos de los incipientes grupos medios de la sociedad colonial, y también frecuentemente salidos de estratos bajos de la población (mestizos y pardos) los generales, y en menor escala los políticos, pusieron el rasgo de radicalidad al proceso de Independencia, que reconocemos como acto fundacional de nuestros países.
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