Investiga y responde:
a. ¿por qué el acceso limitado a la educación es manifestación de pobreza?
b. ¿por qué la falta de educación incide en la participación para tomar decisiones?
C. ¿Qué es un crecimiento económico inclusivo y por qué es sostenible?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Explicación:
servicios. La CEPAL ha contribuido sustancialmente a ese análisis mediante la cuantificación de la desigualdad del
ingreso y el estudio de sus determinantes (CEPAL, 2014b, pág. 73). También ha llamado la atención sobre el carácter
estructural y la persistencia de los altos niveles de concentración de los ingresos, que se han mantenido incluso en
períodos de prosperidad económica y altas tasas de crecimiento. Asimismo, ha destacado la importancia de analizar
la concentración de los activos (riqueza) y no solo del ingreso corriente, ya que, pese a la escasez de información al
respecto, diversas evidencias parciales parecen indicar la existencia de desigualdades aún más profundas4.
Sin embargo, se reconoce cada vez más que la desigualdad es un fenómeno multidimensional. Como se ha
señalado, en la perspectiva de la CEPAL la heterogeneidad de la estructura productiva se reproduce en el mercado
de trabajo y permea de múltiples formas la realidad social y política. Así, a la desigualdad del ingreso determinada
por la inserción laboral se suman otras, relacionadas con aspectos políticos, sociales y culturales, y con mecanismos
de discriminación que se reproducen en diversos ámbitos socioeconómicos más allá del trabajo, como la salud, la
educación, la cultura y la participación política y ciudadana. Estas desigualdades son determinantes de las situaciones
de pobreza y constituyen grandes barreras para su superación (CEPAL, 2016a, pág. 140).
A su vez, la autonomía individual —capacidad de decidir e influir sobre la propia existencia— y el poder político
—capacidad de influir sobre la toma de decisiones colectivas a nivel de la sociedad— también están desigualmente
distribuidos y estas “desigualdades de agencia” están fuertemente entrelazadas con la desigualdad socioeconómica
(De Ferranti y otros, 2004, pág. 13), pues subyacen a los procesos de “explotación y acaparamiento de oportunidades
que desempeñan un papel central en la generación de las desigualdades” y su reproducción (Tilly, 1999, pág. 10;
Reygadas, 2004, pág 7; Morris, 2000).
En otras palabras, “…las brechas productivas no operan solo en el plano socioeconómico, en el que generan
desigualdad de ingresos, sino que atraviesan la cultura y las capacidades, y vulneran la propia autonomía de las
personas, afectando el ejercicio de sus derechos y el desarrollo de sus capacidades […]. Estas otras dimensiones
de la desigualdad, a la vez que refuerzan las desigualdades socioeconómicas, son influidas por ellas” (Bárcena y
Prado, 2016, pág. 51).
La noción de igualdad de la CEPAL, por lo tanto, no se refiere solamente a una igualdad económica o de medios.
Esa es, sin duda, una dimensión fundamental de la igualdad y alude, tanto a la distribución de los ingresos monetarios
de que disponen las personas y las familias para procurar su bienestar y desarrollar sus capacidades, como también
a la desigualdad en la distribución funcional del ingreso entre capital y trabajo, y a la desigualdad en la propiedad
de activos financieros y no financieros. Cabe además destacar que en la región la concentración de la riqueza es
más intensa que la de los ingresos, tanto en lo que se refiere a la propiedad de los activos productivos como de los
activos financieros (Bárcena y Prado, 2016; CEPAL, 2016b).
La noción de igualdad a la que hace referencia la CEPAL comprende también la igualdad de derechos, la igualdad
de capacidades (entendida como el conjunto de habilidades, conocimientos y destrezas que los individuos adquieren
y les permite emprender proyectos de vida que consideran valiosos), el reconocimiento recíproco de los actores y
la igualdad de género, étnica y racial (Bárcena y Prado, 2016).
La igualdad de derechos es, para la CEPAL, el eje primordial de la igualdad y se refiere a la plena titularidad
de los derechos económicos, sociales y culturales como horizonte normativo y práctico para todas las personas (sin
distinción de sexo, raza, etnia, edad, religión, origen, situación socioeconómica u otra condición) y a la inclusión
de todos los ciudadanos y ciudadanas en la dinámica del desarrollo, lo que implica una efectiva pertenencia a la
sociedad (“ciudadanía social”). En sentido contrario, la desigualdad se manifiesta en que no todos los individuos
pueden ejercer plenamente sus derechos económicos, sociales y culturales y, por tanto, en la vulneración del