inventa un cuento sobre un camaleon de dos hojas que se interesante.
Respuestas a la pregunta
Érase una vez un camaleon que vivía en un lago muy bonito pero demasiado pequeño. Mientras fue chiquitito el tamaño no tuvo demasiada importancia, pero cuando se hizo mayor la falta de espacio empezó a resultarle tremendamente agobiante porque salvo nadar o hablar con sus tres vecinos peces, ahí nunca había nada interesante que hacer. Con el tiempo el aburrimiento hizo parte de su carácter y se convirtió en un camaleon aguafiestas que se pasaba las horas bostezando y quejándose sin parar.
– ¡Qué harto estoy de este lago!… Ojalá algún día pueda escaparme y recorrer otros lugares, conocer más especies, practicar algún deporte sobre tierra… ¡Yo no he nacido para pasarme la vida dentro de este charco deprimente!
Tras varios meses en la misma situación, su suerte cambió gracias a la visita sorprendente e inesperada de dos patos que, a diferencia de el, estaban más que acostumbrados a viajar por todas partes. Los forasteros, uno de plumas azuladas y otro de plumas amarillas, llegaron volando a gran velocidad y se posaron en la orilla sin dejar de mirarlo. El de plumas azuladas la saludó alegremente.
– ¡Hola, amigo! Si no te importa queremos beber un poco de agua de este precioso lago.
El camaleon exhibió su mejor sonrisa. ¡Hacía siglos que no veía una cara nueva y cualquier visita era bien recibida!
– ¡Hola, bienvenidos a mi hogar! Pueden beber todo lo que quieran, amigos.
– ¡Gracias, eres muy amable camaleon!
– ¡De nada, chicos! No se imaginan cuánto me alegra poder charlar con alguien. ¡Este lugar es tan solitario que me temo que acabaré loca de remate!
El pato que lucía plumas amarillas miró a su alrededor y pensó que tenía razón: el lago parecía una charca de lo enano que era y estaba envuelto en un silencio sobrecogedor.
– Hay que reconocer que con la de sitios chulos que hay en este planeta, pasarte la vida aquí metido es bastante lamentable.
Las palabras del pato fueron directas al corazoncito de la tortuga y la pobre no pudo aguantar las ganas de llorar.
– ¡Buaaa! ¡Buaaa!
Los patos se miraron sorprendidos por su reacción y enseguida percibieron que estaba profundamente abatido. El de plumas amarillas se sintió muy mal y se disculpó:
– ¡Oh, perdona, soy un bocazas, no era mi intención disgustarte!
El de plumas azuladas también se apresuró en consolarla.
– ¡Eh, tranquilo amigo, quizá haya una solución!… Oye, ¿por qué no te vienes con nosotros? Detrás de aquellas montañas que ves a lo lejos, las que tienen la cima nevada, hay una laguna cien veces más grande que esta. En ella viven decenas de animales y por lo general todos se llevan muy bien.
El camaleon dejó de llorar de golpe, como si alguien hubiera pulsado un botón de apagado como el que tienen los muñecos.
– ¿Eso que dices es cierto?… ¡Espero que no te estés riendo de mí!
– ¡Es la verdad! La laguna es espectacular, aunque…
– ¿Aunque qué?
– Bueno, para ser sincero he de decirte que también es un poco ruidosa. A diario se organizan allí juegos, carreras, bailes… Siempre hay mucho jolgorio, pero precisamente por eso es tan divertida.
El camaleon empezó a girar y a aplaudir haciendo chocar las patas.
– ¡Diversión es justo lo que yo necesito!… ¡Oh, vivir en esa gran laguna sería para mí un sueño hecho realidad!… ¡Por favor, quiero ir como sea!
El pato de plumas amarillas lo vio tan ilusionado que estuvo de acuerdo con la propuesta de su compañero.
– ¡Pues no se hable más! El camino es largo, pero a nuestro lado no correrás ningún peligro. ¡Venga, síguenos que nos vamos!
Al escuchar esto el camaleon más paralizado que si le hubieran echado un cubo de agua helada sobre la cabeza.
– ¿Se…seguiros? Pero si no tengo alas… ¡Yo no puedo volar!
Las lágrimas asaltaron de nuevo su regordeta mejilla.
– ¡Buaaa! ¡Soy un camaleon y estoy condenado a quedarme en esta horrible laguna hasta el fin de mis días!… ¡Buaaa!
El pato de plumas amarillas, en vez de echarse las manos a la cabeza, le guiñó un ojo con picardía y le dijo entre risas:
– ¡Bueno, no te pongas tan dramático que para eso estamos nosotros! Si te hemos dicho que te sacaremos de aquí, cumpliremos nuestra palabra, ¿de acuerdo?
A continuación miró a su alrededor y tirado en el suelo vio un palo largo que debía tener más o menos un metro de longitud. Lo cogió con las patas y le dijo al desconcertado camaleon:
– ¿Ves este palo? Solo tienes que morderlo bien fuerte por el centro mientras nosotros lo sujetamos por los extremos. De esta manera podremos llevarte cómodamente por el aire.
El camaleon abrió los ojos como platos y en un santiamén recuperó la esperanza.
– ¡Oh, es genial, es genial!