Castellano, pregunta formulada por zaraypaola2009, hace 1 mes

introducción del éxito de Helena de Alber camus ​

Respuestas a la pregunta

Contestado por alvercamariaangelica
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Respuesta:

«Clamé al cielo y no me oyó. Mas si sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra responda el cielo, no yo».

José Zorrilla: Don Juan Tenorio.  

 

Nietzsche consideraba la muerte de Dios como un hecho cultural evidente, y la liberación suprema era aceptarla de forma gozosa. ¿Qué significa esa muerte?

En principio, Camus coincide con Nietzsche al calificar de nihilista o absurdo al mundo sin Dios, donde los valores se convierten en voces vacías. Pero a diferencia de Nietzsche, Camus alerta sobre las consecuencias de ese acontecimiento. Ha muerto el rey, viva el rey. Ha muerto Dios, viva el hombre. Solo se ha producido una sustitución.  

El hombre que usurpa el trono divino está sometido a la razón instrumental. Esa no es la razón por la que luchaba Sócrates, sino la que está presente en los sofistas de todos los tiempos. El carácter instrumental no se orienta por valores sino por la mera utilidad. El utilitarismo aplicado sobre la naturaleza es explotación de los recursos sin conciencia ecológica y, aplicado sobre los hombres, es dominación sin escrúpulos éticos.  

El hombre ensoberbecido ya no se inclina ante nada. Embriagado de poder, expulsa lo sagrado del mundo. El resultado es un universo donde la divinidad no tiene lugar. Lo que nos lleva a preguntarnos si es realmente humano un paisaje tan inhóspito.  

Camus se diferencia de los otros existencialistas, pues rechaza como inadmisible el sufrimiento de los inocentes. Acepta el absurdo, pero como el primer momento que conduce a la rebelión del hombre.  

En una Europa arruinada por la Segunda Guerra Mundial, Camus analiza la tragedia del pensamiento moderno que redujo la civilización a la barbarie y encuentra dos causas del quiebre de la razón valorativa. En primer lugar, el positivismo y su fe radical en la ciencia y la tecnología. En segundo lugar, los irracionalismos y su culto a la voluntad de poder. El nihilismo trajo el conjunto de utilitarismo y dominación que expulsó la belleza del mundo, simbolizada por la figura mítica de Helena de Troya.  

En tal sentido, Camus nos legó un hermoso texto donde compara la mentalidad antigua y la contemporánea: El exilio de Helena (1948), un ensayo tan corto como profundo, hermosamente escrito.  

A través de sus agudas reflexiones, comprendemos muchos rasgos de la conciencia contemporánea y sus miserias. Y uno de los rasgos más distintivos de nuestra mentalidad es la vocación a competir con los dioses, es decir, a cometer el pecado de soberbia, hybris, que tanto condenaba Sócrates.  

Lo limitado es hermoso  

Para Camus, los antiguos griegos amaban la belleza, mientras que los contemporáneos, afectados por la inversión de los valores, preferimos rendirle pleitesía a la fealdad.  

En virtud de tal reverencia, nuestro sufrimiento ni siquiera puede convertirse en verdadera tragedia, la cual está presidida por la belleza sublime, pues preferimos arrastrar nuestras miserias en el lodo de la vileza.  

Nosotros, los contemporáneos, hemos expulsado la belleza y la idea de límite a la que está asociada. Es lo que Camus llama el “exilio de Helena”.  

Para los griegos, lo bello estaba geométricamente limitado, tal como se evidencia en la arquitectura del Partenón. Mientras que el hombre contemporáneo, adicto a la prepotencia, se siente fascinado por el abismo del ansia de infinito: el anhelo fáustico.  

La religión griega tenía unas terribles vigilantes, las Erinias vengadoras, como las llamaba Heráclito, que impedían traspasar las fronteras entre lo mortal y lo inmortal. Camus refiere los efectos deletéreos de la aplicación de la soberbia a la más importante virtud de la vida asociada: la justicia. Para los antiguos, la justicia se daba dentro de ciertos límites, mientras que nosotros buscamos que sea ilimitada.  

Con esto, seguramente, Camus se refiere a uno de sus temas más obsesivos: el inconforme metafísico. En su gran libro, El hombre rebelde, distingue entre quienes se sublevan contra las injusticias humanas y quienes lo hacen contra Dios. Los rebeldes contra Dios, en nombre de una utopía imposible, terminan practicando el genocidio.

El universo desolado

Lo que ha sucedido con la justicia, de alguna manera también ha tenido lugar con el conocimiento científico. Pues con osadía nos arrojamos a explorar el universo, para descubrir que ya no existe el amable cosmos de los antiguos -un todo ordenado por la divinidad-, sino un hostil espacio vacío como escenario para nuestra desolación. De esa forma, la desesperación nos conduce a la tentación totalitaria.  

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