Infografía sobre la importancia de la salud integral a fin de contribuir en su desarrollo personal e interpersonal. plis
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Respuesta:
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Explicación:
La calidad de vida es un concepto que hace referencia a las condiciones de vida deseadas por una persona en relación con ocho necesidades fundamentales: bienestar emocional, relaciones interpersonales, bienestar material, desarrollo personal, bienestar físico, autodeterminación, inclusión social y derechos (Schalock, 1996).
En el año 2000, el profesor Schalock propuso formalmente en Seattle un documento de consenso sobre calidad de vida con los siguientes principios conceptuales:
La calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual se compone de los mismos factores que para el resto de las personas
La persona con discapacidad intelectual experimenta una calidad de vida cuando sus necesidades están satisfechas y cuando tiene oportunidades para enriquecer su vida en los diferentes ámbitos y dimensiones de la misma (personal, laboral, social, etc.)
La calidad de vida es un constructo que contiene componentes objetivos y subjetivos, siendo los segundos fundamentales, pues es el propio sujeto quién percibe la calidad de vida que está experimentando
La calidad de vida está basada en las necesidades individuales, la posibilidad de hacer elecciones y tomar el control de la propia vida
Y, por último, es un concepto multidimensional influido por factores ambientales y personales (relaciones íntimas, familiares, amistades, trabajo, vecindario, ciudad de residencia, casa, educación, salud, etc.).
Relaciones interpersonales y calidad de vida
Queda patente, por tanto, la importancia de las relaciones interpersonales como uno de los factores determinantes de la calidad de vida de las personas con síndrome de Down y otras discapacidades intelectuales, y que se relaciona estrechamente con el propio sentimiento de felicidad y satisfacción personal con la propia realidad de cada cual.
Una persona feliz es aquella en la que confluyen los siguientes elementos: una autoestima favorable, un sentimiento de que controla razonablemente su vida, un talante optimista y comunicativo, y una buena capacidad para adaptarse a los cambios y superar los retos que impone diariamente la existencia (Rojas, 2000).
La autoestima, obviamente, debe ser realista y partir del profundo conocimiento de las propias capacidades y limitaciones, así como de su aceptación. Este autoconocimiento profundo, en cierto sentido, nos acerca a los demás. En la medida en que uno sea capaz de percibir sus propios sentimientos le resultará más fácil sintonizar con los ajenos.
Por otro lado, la capacidad de controlar nuestra vida es el pilar fundamental para sentirnos verdaderos autores y protagonistas de la misma y no meros receptores de lo que terceras personas planifican, con buen criterio generalmente, para nosotros. Tomar nuestras propias decisiones, equivocarnos y aprender de los errores es la vía más segura, casi podríamos decir única, del crecimiento y desarrollo personal.
Precisamente esta capacidad de tomar las riendas de la vida propia cobra especial relevancia en la dimensión interpersonal de las personas con síndrome de Down. Elegir grupo de amigos, elaborar el proceso de separación-individuación en la etapa adolescente con respecto a la familia, enamorarse y, por qué no, desengañarse si viene al caso, son tareas que le permiten a uno sentirse vivo.
Hace ya algún tiempo, en 1995, E. Montobbio publicó un breve pero sorprendente libro titulado La identidad difícil. El falso Yo en la persona con discapacidad psíquica. En esta obra el autor expuso una interesante teoría sobre el problema de la identidad de las personas con discapacidad intelectual. A través de numerosos ejemplos, el autor nos ayuda a reflexionar sobre ese “falso Yo”, su construcción y sus implicaciones para el joven.
De acuerdo con el autor, hay dos períodos en la vida de una persona con discapacidad intelectual que merecen gran atención: los primeros años, tras el nacimiento y la adolescencia. Es en estas etapas en las que se construye el Yo y se completa la estructuración de la identidad adulta.
En los primeros años de vida, las relaciones familiares son primordiales. La familia, por ello, debe contar con los servicios de apoyo necesarios para que pueda proporcionar al niño con discapacidad intelectual una normalidad afectiva y educativa. La aceptación del nuevo hijo, el estilo de comunicación entre los padres y éste, etc. son aspectos vitales a abordar en esta primera etapa.
Ya en la etapa de la adolescencia, la persona con discapacidad intelectual debe asumir un rol social. Según Montobbio (1995: 60), “no existe esperanza de una identidad real para el joven con discapacidad sin la asignación de un papel social activo en el mundo de los adultos”.