influencia de los movimientos religiosos de norteamerica en el siglo XIX en america latina
Respuestas a la pregunta
EL CARIBE Y AMÉRICA CENTRAL EN LOS ORÍGENES DE LA
EXPANSIÓN IMPERIAL NORTEAMERICANA
Si se examinan con una perspectiva histórica las relaciones entre
Estados Unidos y América Latina, estas aparecen como bastante más
estables y con mayor continuidad de lo que un examen coyuntural
sugiere. Desde que en la segunda y tercera década del siglo XIX los
países latinoamericanos afianzaron su independencia del imperio
español, sus nexos con el mayor país del hemisferio norte han sido
asimétricos, dependientes y de una importancia secundaria para los
formuladores de la política en Washington. Esto sólo encuentra
excepciones en ciertos cuadros de crisis que muy ocasionalmente se
producen en los países latinoamericanos. El resto del tiempo, prevalece un curso rutinario, donde las determinaciones están encomendadas a funcionarios de mediano nivel del Departamento de Estado que
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* Actual embajador de Chile en Argentina. Ex ministro de Planeamiento y Cooperación
de Chile. Profesor en México, Río de Janeiro y Buenos Aires.
**Este artículo fue previamente publicado en Revue Générale de Stratégie-L’Amérique Latine
en demi-teinte bajo el título “Les rélations avec les États-Unis”, en octubre de 2003.
manejan caso a caso las situaciones que enfrentan los diversos
gobiernos del Sur.
Muy pronto se estableció entre los responsables de definir la
política exterior el principio central de sus conductas: combinar zanahorias y garrotes, siguiendo la experiencia que los aldeanos de las trece
colonias situadas junto al Atlántico empleaban para hacer caminar a
sus burros; un estímulo para lograr el paso adecuado del animal, acompañado por un castigo si no se cumplían las instrucciones del amo. Lo
que ha variado de una etapa a otra ha sido sólo la proporción de incentivos y penas. Pero en la base del pensamiento realista, que sirve de
marco teórico a las decisiones externas de los burócratas norteamericanos en su política internacional, siempre ha existido la convicción de
que una gran potencia debe imponer sus criterios a las naciones menores y que, para obtener este objetivo, es el comportamiento del país en
cuestión el que determina el tipo de tratamiento que recibe.
La asimetría entre las dos áreas tiene sus raíces en las fases finales del período colonial que conocieron la América anglosajona y la
América latina (Hanke, 1964). Los historiadores norteamericanos
subrayan el carácter individualista de la conquista y colonización de la
América del Norte. Louis Hartz (1955) ha hecho célebre la expresión
sociedad-fragmento para señalar que el poblamiento de las colonias del
este de EE.UU. se hizo en base a contratos individuales realizados por
modernas compañías de colonización que transportaron, a través del
Atlántico, a colonos que traían el capitalismo en sus huesos y buscaban reproducir las condiciones de una Inglaterra que ya preparaba la
primera revolución industrial. En la América española y portuguesa,
en cambio, se mezclaron criterios de evangelización religiosa y dominio imperial que dieron origen a socied