Indica quienes fueron estos personajes históricos y con qué hechos históricos está relacionado cada uno: Teodosio, Atila, Rómulo Augústulo.
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Teodioso fue emperador de los romanos desde 379 hasta su muerte en 1392 reunió las porciones oriental y occidental del imperio, impuso el cristianismo coml religión oficial del Imperio romano
Atila fue el último y más poderoso caudillo de los hunos, tribu procedente probablemente de Asia, aunque sus orígenes exactos son desconocidos. Atila gobernó el mayor imperio europeo de su tiempo, desde el 434 hasta su muerte en 453. Conocido en Occidente como El azote de Dios, sus posesiones se extendían desde la Europa Central hasta el mar Negro, y desde el río Danubio hasta el mar Báltic. Durante su reinado fue uno de los más acérrimos enemigos del Imperio romano, que en esta etapa final del mismo estaba dividido en dos: el Imperio Oriental, con capital en Constantinopla, hoy Estambul; y el Imperio Occidental, con capital en Rávena, puesto que Roma había dejado de ser el centro político del imperio.
Flavio Rómulo Augústulo, nacido el año 461 en Rávena, fue el último Emperador Romano de Occidente (475-476). Curiosamente, este último emperador llevaba el nombre del fundador y primer rey de Roma, Rómulo, y del primer emperador, Augusto. No volvió a haber emperador en Occidente hasta Carlomagno, en el año 800. Era hijo del general de Atila Flavio Orestes, y fue ascendido a emperador por su padre, con el nombre de "Rómulo Augusto", pero debido a su corta edad fue llamado Augústulo. Su fecha de muerte es un verdadero misterio, ya que mientras se pierde todo rastro de él hacia el año 476, existen indicios y teorías que consideran su supervivencia hasta el año 511
Su deposición generalmente se le considera como el fin del Imperio Romano, aunque la parte oriental del Imperio sobreviviera hasta 1453. Si bien Odoacro reclamó el trono de Italia, no estaba reclamando la toga púrpura ni la dignidad imperial, ya que envió las insignias imperiales a Constantinopla. Aquello fue la justificación legítima que tuvieron los emperadores de Bizancio para la reconquista del Imperio de Occidente.