Indica los aspectos realistas del relato de Lázaro
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Respuesta:
En La vida de Lazarillo de Tormes habla Lázaro, y él les da la palabra a menudo a los personajes de su mundo. Su lengua es una maravilla de naturalidad; no hay afectación alguna. El magnífico escritor se ha escondido tan bien en la voz de su personaje que el anonimato, fruto de las circunstancias que le tocó vivir, ha parecido siempre obligado por la verosimilitud de la obra. Parecía evidente que Lázaro era su autor; pero no es así. Alfonso de Valdés habla por boca de Lázaro, le hace vivir, ver y notar lo que él denuncia desde su pensamiento erasmista. Sólo que consigue darle su lengua, su registro lingüístico, el que todos entienden y el que todos admiramos: prodigio de expresividad, de concisión, de eficacia; con esas repeticiones de palabras, que le son tan propias o con coloquiales anacolutos, con un aparente y cuidado descuido, con una naturalidad espléndida.
La mutilación del texto impidió que nos diéramos cuenta de que sólo era el narrador y protagonista de la obra, no el autor de toda la obra. El Argumento que arrancaron nos lo hubiera dicho; pero los modelos que siguió su autor, las lecturas que le llevaron a imaginar esa espléndida invención proyectan su luz sobre el hueco, el folio que falta, y a la vez establecen los puentes necesarios entre sus tres obras. Alfonso de Valdés dio voz a su Lázaro de Tormes, ejemplo de naturalidad, para que contara el comportamiento de determinadas personas, pero no mirándolas desde lo alto, sino sufriendo sus golpes; ansiando, muerto de hambre, el pan de su arcaz cerrado; viéndolos hambrientos en su casa vacía y presumiendo en la calle, oyéndolos representar los milagros o sirviéndoles en la vida de tapadera honrosa de sus vicios. Era un personaje de comedia, pero actuó en el teatro del mundo con distintos registros.
Fue tal la autenticidad que Alfonso de Valdés dio a su voz que el mozo de muchos amos, Lázaro de Tormes, se convirtió en uno de los entes de ficción más "reales" que conocemos.
La vida de Lazarillo de Tormes de Alfonso de Valdés crece en hondura, en intención, en ironía; su autor no sólo fue el mejor prosista de la primera mitad del siglo XVI, sino un escritor inteligentísimo. Como él dijo, ahora "podría ser que alguno que lea [cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas] halle algo que le agrade"; que a todos nos deleitan, está largamente probado.
La lectura que hizo Alfonso de Valdés de La Celestina dejó huella en sus dos Diálogos, pero mucho más en La vida de Lazarillo de Tormes. Su gusto por la tragicomedia le llevaría a seguir leyendo las obras que discurrieron por la misma senda: La comedia Thebaida, La comedia Serafina y el Retrato de la Lozana Andaluza. Precisamente esta última, que se publicó en Venecia en 1528, marca el final de la influencia de la literatura celestinesca en el relato de Lázaro. El saco es el fondo anunciado de esa Roma prostibularia, del que Francisco Delicado decidió salvar a sus personajes; el Arcediano del Viso consiguió escapar disfrazado de soldado y así pudo narrárselo como testigo a Lactancio en el Diálogo de las cosas acaecidas en Roma. Y esa Roma, de soldados mercenarios que viven de la guerra -no importa el bando- es la que pinta Bartolomé de Torres Naharro en su comedia Tinellaria. Alfonso de Valdés no sólo la leyó, como las demás comedias del extremeño, sino que su prosa, la de sus tres obras, da fe de ello.
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