Importancia de la palabra empeñada?
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Preocupa algo, y aunque pareciera cosa de refranería popular, no es asunto de poca monta: cada vez más en esta sociedad llena de payasos la palabra empeñada vale menos. Cualquiera te dice hoy: "listo, hagámoslo. Está pactado. Así será. Vamos pa’delante con ese proyecto. Manos a la obra". Pero todo ese impulso se diluye al primer asomo de dificultad, al primer roce con las piedras del camino.
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Explicación:
Cualquiera que ha sido criado con rectitud recordará que alguna vez en su infancia o juventud algún adulto con autoridad (padre, madre, abuelos) le habrá dicho: “si ya diste tu palabra, no puedes cambiarla”, “lo prometido es deuda”, “piensa bien antes de comprometerte porque sino cumples, tu palabra no vale nada”, “si ya te ofreciste, no le puedes fallar a la gente”.
Estas enseñanzas sencillas, repetidas de generación en generación, no sólo forman el carácter de un joven sino que establecen la esencia de las relaciones interpersonales: la confianza. Desde el comercio, hasta el amor, todo esta basado en creer en la buena fe del otro. Si yo te ofrezco y tu aceptas mi oferta, entonces, aunque no exista un papel escrito nuestra voluntades libres han establecido un contrato.
Cuando se cumple la palabra siempre, esta viene acompañada de la buena reputación. Y en todos los ámbitos de la vida una persona “de palabra” no es sólo una persona respetada, es alguien con quienes puedes contratar a ojos cerrados porque su promesa de pago será honrada de cualquier forma. La esencia de los buenos negocios y la velocidad a la que se desarrollan millones de pequeñas transacciones en un mercado requieren de personas e instituciones de palabra. Los incumplidos, los que traicionan la buena fe, deben cargar con el estigma de la mala reputación, ya sea en los negocios o en otros ámbitos de la vida social.
“Con ese no se puede contar” es una frase de consenso respecto a una persona que se compromete múltiples veces y no cumple sus compromisos. ¿Qué se hace socialmente con estas personas? Pues lo que dice la frase, simplemente no juegan, no son parte del equipo, porque nadie sabe si estarán o no donde tienen que estar.
Esta larga reflexión sobre la educación, el comercio y las relaciones sociales en torno al compromiso es aplicable a la política peruana. ¿Son los políticos en general, gente de palabra? La respuesta es un rotundo no. ¿Por qué se produce este desfase entre lo que se dice y se hace? Porque para el político la verdad no es su primera prioridad. Lo primero, para un político, es ganar las elecciones a cualquier costo. Y esto implica decirle a cada elector lo que quiere escuchar en el momento en que quiere escucharlo. Es decir, mentirle.