ideas principales del quinto tratado del lazarillo de tormes
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
ideas principales del quinto tratado del lazarillo de tormes
que produjo el ruido segun el yacare viejo
escribe a continuacion el nombre de las cabeseras departamentales de : LA PAZ------------- CABAÑAS----------- CUSCATLAN--------------- MORAZAN----…------------
comentario personal sobre el trabajo en equipo
Tiene una gran importancia cultural. Mezcla audio con imágenes y posee un elemento narrativo muy importante, para darle sentido a las ideas que transm…ite. Quee es?
el cuento flori, ataulfo y el dragon resumen corto
ejemplos de paradojas
que significa geminis
se puede decir tambien atenta ?
Explicación:
Respuesta:Tratado Quinto
El quinto amo al que sirve Lázaro se dedica a publicar y vender bulas. Estas son indulgencias o permisos que emitía la Iglesia para recaudar dinero para las Cruzadas u otras obras destinadas a luchar contra los infieles, es decir, contra los no cristianos. El buldero del Tratado Quinto es un hombre astuto que consigue engañar a los fieles cuando su sermón no logra convencerlos.
En primer lugar, descubrimos que, para que los clérigos y curas le den un espacio para predicar la bula, y para que alienten a sus feligreses a comprarlas, el buldero les hace regalos con los que, en realidad, los soborna. Además, procura conocer cuál es su nivel de formación y, si descubre que no saben latín, pretende hablar en esa lengua para impresionarlos. Si descubre que está ante un clérigo con una buena formación, se limita a hablar en romance, pero con tanta soltura que los convence.
Lázaro describe las trampas de su amo y elige una anécdota para mostrar lo astuto que es. En una ocasión, en Toledo, el buldero no había logrado vender bulas en los tres días que llevaba predicando. La última noche en el lugar, durante la cena, el buldero y el alguacil discuten fuertemente cuando este último lo acusa de ser un fraude. Las personas que se encuentran en el lugar intentan evitar que la pelea llegue a las manos y los separan.
Al día siguiente, el buldero se sube al púlpito de la Iglesia para predicar a favor de las bulas cuando, de repente, el alguacil irrumpe en la Iglesia y lo interrumpe para acusarlo públicamente de falsificador. Ante el alboroto que causa la intervención del alguacil, el buldero silencia a los presentes y empieza a rezar para pedir a Dios un milagro. Si el alguacil lo acusa con justa razón, entonces Dios debe mostrar que eso es verdad castigándolo a él. Por el contrario, si es él quien dice la verdad y el alguacil lo acusa injustamente, entonces Dios debe castigar a este último. Apenas termina de rezar, el alguacil se cae al suelo y empieza a convulsionar con espuma saliéndole de la boca.
Los feligreses miran sorprendidos. Unos consideran que el alguacil lo tiene bien merecido; otros piden que alguien lo salve. Al mismo tiempo, el buldero se encuentra como en trance, mirando al cielo y con los brazos elevados, imperturbable ante lo que sucede. Algunos se acercan a sacarlo de ese trance para que pueda pedir a Dios que perdone al alguacil y lo salve. Inmediatamente, el buldero invita a todos a rezar con él para pedirle a Dios que perdone a su acusador. Pide que traigan al hombre al púlpito y pone la bula sobre su cabeza. Poco a poco, el alguacil se recupera y, luego, pide perdón al buldero públicamente por acusarlo de falsario. A continuación, casi todos deciden tomar la bula. Además, se corre la voz y, gracias a ello, es posible vender las indulgencias en los alrededores de Toledo sin siquiera dar un sermón.
Lázaro reconoce que todo parecía legítimo y que él mismo estaba dispuesto a creer que todo había sido verdad, si no fuera porque después presencia cómo el buldero y el alguacil se ríen y burlan de lo que habían hecho. Lázaro, entonces, reconoce que su amo es “industrioso y inventivo”.
En el siguiente lugar que visitan, nadie está dispuesto a comprar las indulgencias, a pesar de todos los esfuerzos que hace el buldero para convencerlos. Finalmente, resuelve regalarlas y las personas se apuran a tomar cuantas pueden. Tantas son las indulgencias que reparte el buldero que algunos las toman para sus familiares que han muerto. Finalmente, el buldero ni siquiera se lleva las listas que prepara el escribano.
A la salida del pueblo, algunos de los curas del lugar le preguntan si la bula cubre a los que todavía no nacen. El bulero dice que no está seguro y que sería conveniente preguntar a otras personas más doctas que él.
Amo y mozo siguen camino hacia la Mancha y paran en un lugar en el que la venta de indulgencias resulta todavía más difícil. Nadie parece estar interesado en tomar la bula. El buldero se las ingenia para simular un milagro. Para ello, ubica un crucifijo, sobre un brasero, en el altar, que está allí porque hace mucho frío. Cuando termina de dar su sermón, envuelve la cruz en un pañuelo y la sostiene en una mano, mientras con la otra sostiene la bula. Baja del púlpito a la grada del altar para que las personas se acerquen a besar la cruz. El primero en besarla es un alcalde viejo que se sorprende por el calor y lo interpreta como un milagro. El buldero espera que siete u ocho personas besen el crucifijo y sientan el calor y, seguidamente, sube al púlpito para predicar sobre el milagro. Según él, la falta de caridad del lugar hizo que Dios se manifestara de ese modo. Como consecuencia, todas las personas que estaban presentes deciden tomar la bula, a tal punto que dos escribanos, los clérigos y sacristanes no alcanzan a anotar el nombre de todos.