ideas principales de la intervención francesa y el segundo imperio(•‿•)
Respuestas a la pregunta
Explicación:
Con la victoria de Benito Juárez en la guerra civil de 1858-1861 conocida como la Guerra de Reforma, el nuevo gobierno mexicano se buscó un poderoso enemigo al negarse a saldar las deudas que los conservadores, el bando perdedor, habían contraído con Francia, España y el Imperio británico. Después de una serie de negociaciones, España y Gran Bretaña reembarcaron sus tropas y abandonaron la opción de la intervención, pero el Segundo Imperio francés continuó adelante. Napoleón III buscaba sin duda volver a mostrar a Francia como una potencia hegemónica que podía arbitrar asuntos internacionales.
16 febrero, 2020 | Ismael López Domínguez | Archivos de la Historia
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La intervención francesa en México y el Segundo Imperio de Maximiliano I (1862-1867)
El general Bazaine ataca el fuerte de San Javier durante el sitio de Puebla, 29 de marzo de 1863 (1867), óleo sobre lienzo de Jean-Adolphe Beaucé (1818-1875), châteaux de Versailles et de Trianon. Será tras la victoria en la segunda batalla de Puebla y la subsiguiente ocupación de la capital cuando se le ofrezca el trono de México a Maximiliano de Habsburgo.
La idea de la intervención no solo nació por iniciativa de Napoleón III. Antes del desembarco de las tropas imperiales francesas, los conservadores, que habían sido derrotados en la finalizada Guerra de Reforma, habían contactado con numerosas cortes de Europa para ofrecer el país a algún príncipe europeo[1], y sus peticiones fueron bien recibidas por el emperador francés. Aparte de por cuestiones financieras, París se embarcó en esta empresa por otros dos motivos nada desdeñables: el primero, el mandatario francés quiso empeñar a su país en una misión civilizatoria, algo típico del imperialismo y el colonialismo que estaba comenzando a emerger en la época; el segundo, Estados Unidos estaba inmerso en su propia guerra civil y era el momento propicio para establecer un protectorado francés en México y eliminar la creciente influencia norteamericana.
La expedición original francesa contaba con 2400 soldados, frente a los 800 hombres que habían desplegado los británicos y 5600 españoles bajo las órdenes de Juan Prim[2]. Con la retirada de estas dos potencias, Francia decidió hacerse con la capital mexicana. El ejército, reforzado con tropas llegadas de Europa, se puso bajo el mando del general Charles Ferdinand Latrille, más conocido como el conde de Lorencez. Con los refuerzos llegados de la metrópoli, las fuerzas francesas alcanzarían los 6000 efectivos aproximadamente, una mezcolanza de unidades coloniales y metropolitanas entre las que existían formaciones que habían combatido recientemente en Crimea e Italia, por lo que tenían gran experiencia.
Soldados mexicanos durante la etapa de la intervención francesa a paqrtir de un croquis de croquis de M. Girardin, publicada en L’Illustration: journal universal hebdomadaire, Vol. 41, n.º 1053.
El conde Lorencez y Napoleón III pensaron que este ejército expedicionario sería suficiente para doblegar al nuevo gobierno mexicano, y no era descabellado pues las condiciones sociales y sobre todo económicas del país vaticinaban un rápido avance hacia la capital, Ciudad de México, desde su base en Veracruz. Y no carecían de aliados, ya que miembros del derrocado partido conservador formaron un gobierno paralelo que apoyaba la intervención. Sin embargo, el ejército mexicano respondió rápidamente para intentar frenar la agresión francesa, cuyo avance, después algunas escaramuzas y combates previos, se vio detenido en la localidad de Puebla, en una batalla que quedaría grabada a fuego en el imaginario colectivo nacional.
Allí se enfrentaron, un 5 de mayo de 1862, el ejército mexicano del general Ignacio Zaragoza y el ejército francés del general Latrille. Zaragoza dispuso sus tropas en el campo de batalla dejándole la iniciativa al enemigo, y se mantuvo en una postura defensiva. Los franceses les superaban en número, armamento y experiencia. Además, la oficialidad gala, sobre todo su jefe, despreciaron el valor militar de los mexicanos, a los que calificaban de simples bandidos[3]. En Puebla, 4000 soldados mexicanos derrotaron a 6000 franceses, toda una proeza que alentó las esperanzas del Gobierno republicano de ganar la guerra.
La batalla en realidad fue poco sangrienta, las fuerzas del conde Lorencez sufrieron 117 muertos y 305 heridos, mientras que las unidades republicanas mexicanas tuvieron 83 muertos y 232 heridos[4]. La batalla de Puebla detuvo el avance francés por el interior de México: el mazazo no había sido grande, pero sí lo suficiente para replantear la estrategia que llevaría Francia en los años siguientes. Napoleón III respondió a la derrota enviando 28 000 hombres al mando del general Forey[5]. La afrenta de que una tropa mal equipada y organizada hubiera infligido una derrota al que muchos consideraban el mejor ejército del mundo no podía quedar impune.