Idea principal de la cacica de guatavita
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Respuesta:Leyenda de la Cacica de Guatavita
Guatavita era el nombre de uno de los más poderosos caciques muiscas, cuya esposa principal fue sorprendida por él mismo en flagrante delito de adulterio. El cacique hizo matar a su rival y obligó a su esposa a comer en público el corazón de su amante.
Explicación:
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Su casa fue una verdadera mansión adornada con los más hermosos y preciados objetos de la época; la riqueza se veía por doquier, oro, esmeraldas y mantas finísimas pululaban por todas la habitaciones; y qué decir de las fiestas: el lujo, la comodidad, los licores y las más exquisitas viandas eran puestos a la orden de los invitados; los placeres competían con la riqueza: la lujuria tenía su real asiento en aquellos bacanales. Pero lo peor de todo era que sus súbditos trabajaban para eso, para pagar grandes impuestos y contribuir al aumento de las riquezas de su cacique y al boato de sus parrandas.
Un día se enamoró de una bella princesa perteneciente a una tribu vecina y al verse correspondido la tomó como esposa y, de hecho, la convirtió en la Cacica de Guatavita.
Todo fue dicha y alegría; el amor anidó más y más en los corazones de los desposados y parecían vivir sólo el uno para el otro, ese amor y esa felicidad se acrecentaron cuando nació una heredera preciosísima. Todo indicaba que los jolgorios a que estaba acostumbrado el esposo habían desaparecido.
Sin embargo, el Cacique de Guatavita empezó a despreocuparse poco a poco de su hermosa esposa y volvió a las fiestas y las parrandas; la Cacica observó que las llamas del amor se consumían y que a más días más soledad que la acompañaba; los mimos y las caricias desaparecieron; los coloquios se marcharon sin saberse cómo; sólo las tiernas sonrisas de la heredera ligaban en forma débil los corazones otrora unidos fuertemente.
Y así transcurrió el tiempo para el hombre; libaciones interminables, embriaguez consumida, lujuria permanente, preocupación por el lujo y la riqueza y, de cuando en cuando, vistazos a la tribu que todo se lo entregaba; inútiles fueron las solícitas y cariñosas palabras con las que la Cacica pedía y suplicaba la ternura y el amor que antes le habían sido concedidos y, viéndolo todo imposible se dio a contemplar a su hijita y se entregó a vivir con la soledad de los recuerdos.
En una de la fiestas de su esposo los ojos de la olvidada y hermosa mujer vieron a un apuesto guerrero que tenía porte de nobleza; de un momento a otro sus miradas se encontraron y un leve rubor corrió por las mejillas; los corazones de ambos aumentaron el ritmo y un amor apasionado pareciera que hubiera invadido los contornos.
Los días siguieron desgranándose, el amor se acrecentó en los pechos del guerrero y la Cacica, y una noche, vencida la vigilancia, se adentraron en la pradera circundante y en medio de besos y caricias se prometieron amor y felicidad. Los cuerpos entrelazados fueron vida y luna y las estrellas, llenas de envidia, hicieron titilar sus luces para encubrir el amor que contemplaban.
Y la felicidad volvió a tomar asiento en la Cacica de Guatavita, y su esposo en un principio nada supo, hasta que una tarde llegaron a sus oídos los rumores de los muy continuos encuentros de la pareja; saberlo y proponerse verlo con sus propios ojos fue una sola cosa.
Una noche con olor a jazmines se estremeció feliz la hierba al sentir de nuevo el calor de sus cuerpos enloquecidos por besos y caricias, y el esposo, con la complacencia de esa misma luna alcahueta del amor, todo lo observó desde su escondite cercano; pareció que el abandono carcomía sus entrañas porque el infeliz no fue capaz de interrumpir la solemnidad del acto.
Taciturno marchó a su alcoba y empezó a rumiar meticulosamente su venganza...
El guerrero fue puesto preso y sometido a vejámenes y torturas inimaginables; su sexo fue cortado y colocado en una urna; su corazón, culpable del delito que se castigaba, también fue sacado en vida y colocado aparte. El Cacique de Guatavita miró satisfecho los dos miembros culpa de su deshonra; una parte de su venganza estaba consumada.
La Cacica nada supo, todo fue mantenido en reserva; mientras tanto el esposo ultrajado le preparaba una gran fiesta.
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