hola una pregunta . la argentina de que manera sufrio el imperialismo .
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La era del imperialismo constituyó el marco de la decisiva incorporación de América Latina a la economía mundial capitalista. Este proceso produjo transformaciones fundamentales en todo el subcontinente: por un lado, consolidó el perfil agro-minero exportador de su economía; por otro lado, esa orientación profundizó las diferencias regionales, en función de las diversas “vías nacionales” a través de las cuales se llevó a cabo. Fue en esta era, también, cuando se despertaron las más intensas expresiones de búsqueda de una identidad latinoamericana y nacional, recortada frente a los imperialismos que la amenazaban. Es síntesis, este territorio histórico condensa problemáticas decisivas para América Latina.
Las apetencias de las economías europeas, en este período de crecimiento de las economías industrializadas y de expansión sobre nuevos territorios, encontraron en América Latina un espacio propicio para la obtención de materias primas y un mercado en crecimiento para la colocación de productos de elaboración industrial. Frente a ese contexto, las oligarquías locales buscaron incrementar la producción agrícola y minera para su exportación. Lo hicieron sobre la base de la estructura de los grandes latifundios o haciendas, de las que eran propietarias. Así, consolidaron un modelo de crecimiento económico basado en la especialización productiva, en la explotación extensiva y en la dependencia de los mercados exteriores.
El contexto era propicio para que las oligarquías dejaran atrás las viejas disputas faccionales y coordinar desde el Estado las tareas necesarias para la definición de una economía orientada hacia el exterior. Esto suponía la integración del territorio nacional y el avance sobre nuevas tierras para sumarlas a la producción exportable; además era necesario solucionar, en algunas regiones, el problema de la escasez de mano de obra, y resolver la necesidad de contar con capital e infraestructura para agilizar la producción y fundamentalmente la comercialización. Si las primeras tareas podían ser encaminadas a partir de la construcción de la gestión estatal (lo cual incluía la administración de la violencia por parte del Estado, necesaria para la reducción o incorporación de las poblaciones originarias al área de influencia de la “economía europea”), y en algunos casos resultó importante el fomento de la inmigración, las inversiones que se requerían para el transporte y la comercialización le aseguraron a las economías imperiales algo más que el papel de compradores. Así, principalmente el capital inglés se posicionó, fundamentalmente a través de la inversión en ferrocarriles y del control del sistema financiero, como una presencia tutelar del crecimiento de las economías de los países latinoamericanos y de la orientación de sus elites gobernantes.
La consolidación de una estructura estatal resultó fundamental para la integración del territorio nacional y para definir las bases institucionales necesarias para el funcionamiento del modelo primario exportador. Este proceso tuvo diferentes ritmos y etapas en los diversos países del continente. Allí donde la demanda internacional coincidía con las posibilidades que ofrecían los suelos, las oligarquías pudieron negociar o imponer su predominio sobre otras facciones, y consolidar el poder del Estado. Lo hicieron a partir de una alianza de hecho con el capital extranjero, que ocupó un lugar fundamental en el financiamiento a través de préstamos, que inauguraban una larga historia de endeudamientos.
De acuerdo al tipo de producto primario que cada región podía ofrecer, se hacía necesaria la ocupación de regiones que, en algunos casos, habían permanecido al margen, incluso durante los siglos de dominación colonial. En el caso de México y Argentina, por ejemplo, la consolidación del poder estatal estuvo ligada al sometimiento de las poblaciones originarias a través de campañas militares que llegaron a producir el exterminio de poblaciones enteras. Este fue el caso de la llamada “Conquista del Desierto” encabezada por el presidente argentino Julio A. Roca. A través de una excursión militar hacia lo que, con eufemismo, se denominaba “desierto”, el Estado incorporó a la economía nacional, orientada a la exportación de productos demandados por los centros industrializados, como lana, carne o cereales, miles de kilómetros de la Patagonia.