hola , me ayudan ?
necesito un mito inventado que se trate de un hipopotamo
Respuestas a la pregunta
Cuenta la leyenda que cuando Dios hizo a los animales y los envió a vivir en los distintos parajes de la Tierra , ordenó a algunos que se fueran a las frescas montañas, donde los calores nunca los someterían al azote africano: a los tibios valles del Ruwenzori y a los volcanes Virunga se fueron los gorilas de montaña, los antílopes enjaezados y los leopardos.
Mandó a otros que se dispersaran por las abrasadoras llanuras, y en aquel infierno se establecieron las gacelas, los antílopes, los guepardos, los avestruces y otras criaturas que hablan de soportar largas sequías y agotadores estíos.
Destinó otro gran grupo a las selvas húmedas y abrumadoras; obedientemente se sumergieron en la floresta los búfalos enanos, los chimpancés, los okapis y los raros antílopes forestales.
Solamente faltaba el destino del obeso Kiboko para completar la distribución de la fauna en tierras africanas.
En la inapelable decisión del "Padre de los animales" le acompañaban los otros gigantes de la Creación: el elefante y el rinoceronte.
Dado su apetito insaciable, considerando la enorme cantidad de alimentos que necesitan para vivir, el Señor los envió a los tres a las sabanas y a las praderas, donde el sol abrasa y es necesario deambular eternamente para encontrar las hierbas reverdecidas por las lluvias.
Tras soportar los ardores solares sobre su piel sonrosada, hinchado como una enorme salchicha por las picaduras de los mosquitos, caminando torpemente sobre sus ridículas extremidades, resoplando de fatiga, Kiboko se presentó al Padre y le dijo:
-Soy demasiado gordo para vivir en las tierras secas. El agua me libraría del peso, me defendería de los mosquitos y refrescaría mi corpachón. ¡Señor, envíame a vivir a los ríos y a los lagos!
El Padre de los animales argumentó:
-Eres demasiado grande, Kiboko. Necesitas mucho alimento; en los ríos vas a terminar con todos mis peces.
-Yo te prometo, Señor, que no probaré un solo pez; saldré cada noche para alimentarme con la hierba a las praderas. Para demostrártelo, cada vez que defeque pulverizaré materialmente mis excrementos para que veas que en ellos no habrá ni una espina ni una escama
-Si cumples tu promesa, Kiboko, te dejaré vivir en los ríos y en los lagos de África- dijo el Bondadoso Señor.
Kiboko, el torpe, el obeso de la fauna africana, supo enternecer al «Padre de los animales» y es fiel a su vieja promesa.
Cuenta la leyenda que cuando Dios hizo a los animales y los envió a vivir en los distintos parajes de la Tierra , ordenó a algunos que se fueran a las frescas montañas, donde los calores nunca los someterían al azote africano: a los tibios valles del Ruwenzori y a los volcanes Virunga se fueron los gorilas de montaña, los antílopes enjaezados y los leopardos.
Mandó a otros que se dispersaran por las abrasadoras llanuras, y en aquel infierno se establecieron las gacelas, los antílopes, los guepardos, los avestruces y otras criaturas que hablan de soportar largas sequías y agotadores estíos.
Destinó otro gran grupo a las selvas húmedas y abrumadoras; obedientemente se sumergieron en la floresta los búfalos enanos, los chimpancés, los okapis y los raros antílopes forestales.
Solamente faltaba el destino del obeso Kiboko para completar la distribución de la fauna en tierras africanas.
En la inapelable decisión del "Padre de los animales" le acompañaban los otros gigantes de la Creación: el elefante y el rinoceronte.
Dado su apetito insaciable, considerando la enorme cantidad de alimentos que necesitan para vivir, el Señor los envió a los tres a las sabanas y a las praderas, donde el sol abrasa y es necesario deambular eternamente para encontrar las hierbas reverdecidas por las lluvias.
Tras soportar los ardores solares sobre su piel sonrosada, hinchado como una enorme salchicha por las picaduras de los mosquitos, caminando torpemente sobre sus ridículas extremidades, resoplando de fatiga, Kiboko se presentó al Padre y le dijo:
-Soy demasiado gordo para vivir en las tierras secas. El agua me libraría del peso, me defendería de los mosquitos y refrescaría mi corpachón. ¡Señor, envíame a vivir a los ríos y a los lagos!
El Padre de los animales argumentó:
-Eres demasiado grande, Kiboko. Necesitas mucho alimento; en los ríos vas a terminar con todos mis peces.
-Yo te prometo, Señor, que no probaré un solo pez; saldré cada noche para alimentarme con la hierba a las praderas. Para demostrártelo, cada vez que defeque pulverizaré materialmente mis excrementos para que veas que en ellos no habrá ni una espina ni una escama
-Si cumples tu promesa, Kiboko, te dejaré vivir en los ríos y en los lagos de África- dijo el Bondadoso Señor.
Kiboko, el torpe, el obeso de la fauna africana, supo enternecer al «Padre de los animales» y es fiel a su vieja promesa.