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Esta semana, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, inicia su primera gira por Latinoamérica desde que llegó a la Casa Blanca, en enero de 2017. La parada inicial será en Lima (Perú), donde participará en la VIII Cumbre de las Américas. Allí se verá cara a cara con la mayoría de sus contrapartes en la región. Es claro –y lamentable– que el ambiente de esta cita será muy diferente al de las anteriores, en tiempos de Barack Obama. Y es que desde que llegó a la Oficina Oval, el líder republicano ha insistido en políticas que en el pasado han generado grietas entre él y sus vecinos.
Algunas de ellas, la guerra sin cuartel contra el narcotráfico, el enfriamiento de las relaciones con Cuba; la construcción de un muro en la frontera con México, a donde acaba de mandar tropas, y un enfoque comercial proteccionista que se ha traducido en la imposición de aranceles a las exportaciones de algunos productos. Tampoco han caído bien las alusiones a la doctrina Monroe como modelo para las relaciones regionales y las menciones de una salida militar para Venezuela. Si bien el eje de la cumbre será la corrupción, lo más probable es que la atención del hemisferio se concentre en la crisis venezolana, que además es uno de los pocos asuntos en los que hay coincidencias con Trump.
Su segunda y única nueva parada del periplo será Colombia, a donde llegará el sábado con una destacada delegación que incluye a su esposa, Melania, y al secretario de Comercio, Wilber Ross, entre otros personajes.
Que el presidente de Estados Unidos haya escogido a Bogotá como su primera visita bilateral, por encima de México y otros grandes como Brasil, deja claro que para esta administración, nuestro país sigue siendo uno de los aliados más importantes en todo el hemisferio. Y esto es positivo. Un mensaje que también trajo el ya exsecretario de Estado Rex Tillerson este año, cuando nos visitó en febrero, y que había expresado el vicepresidente Mike Pence en su primera gira latinoamericana el año pasado, que incluyó a Colombia en su periplo.
Se trata, a su vez, de una percepción bipartidista, como lo demostró el Congreso de EE. UU. hace pocas semanas al aprobar un importante paquete de asistencia económica por 391 millones de dólares para colaborar en la lucha contra las drogas y la implementación del proceso de paz.
Pero no todas son de cal. El del crecimiento de los cultivos ilícitos en el país es un tema ineludible en la agenda binacional, y se asoma como fuente de tensiones. El propio Trump amenazó el año pasado con descertificar a Colombia si las cosas no mejoraban.
Aunque ambos países acordaron un plan para erradicar la mitad de esos sembrados en los próximos 5 años, las estadísticas que tienen los estadounidenses sobre los cultivos de coca muestran que estos siguen creciendo, y de manera dramática. Este diario conoció que es muy posible que la Casa Blanca anuncie los datos oficiales sobre cultivos en el 2017, que constatan este incremento en la víspera de la visita.
Además, a raíz del reciente nombramiento de una serie de funcionarios de línea dura en cargos claves de su administración, ya se vaticina un endurecimiento de la política exterior de EE. UU. que probablemente afectará a Colombia. Un factor adicional que rondará la cita es el hecho de que Trump está en campaña, pues le urge que su partido mantenga las mayorías en el Congreso en las elecciones de noviembre. Y para lograrlo requiere el respaldo de un sector del electorado que responde muy bien a su retórica del ‘gran garrote’. El envío de tropas a la frontera para detener el flujo de inmigrantes y drogas parecería ser parte de esa estrategia. Y aunque la coca no es la principal preocupación de Trump (la alarma es por la epidemia de heroína), Colombia podría pagar los platos rotos.
Quedan otras incógnitas. Estados Unidos, por ejemplo, no ha excluido al nuestro del grupo de países que tendrán que pagar aranceles por la exportación de hierro y aluminio –como sí lo hizo con Argentina y Brasil– y se resiste a ofrecer su apoyo para el ascenso a la Ocde si el Gobierno no accede a algunas pretensiones suyas. Por otra parte, si bien Trump no ha expresado interés en renegociar el TLC –y Colombia no tiene una balanza comercial favorable frente a la nación del norte–, algunos ven un riesgo en la posibilidad de que el mandatario use esa carta para obtener concesiones en otros frentes. Como en la cumbre, Venezuela será también central en el encuentro de Bogotá. Se trata de un asunto en el que ambos países se necesitan: Colombia precisa la asistencia de EE. UU. para paliar la crisis humanitaria, y EE. UU. sabe que las soluciones de fondo pasan por la Casa de Nariño.
En todo caso, el Gobierno y el país deben aprovechar al máximo la visita del mandatario estadounidense, así como el innegable y valioso gesto de amistad que conlleva. Pero sin olvidar que con Trump, las cosas ya no son como antes.
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La vida de el presiente
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la vida de el presidente de Estados Unidos, Donald Trump
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la vida de el presidente de Estados Unidos, Donald Trump
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