historias de superacion estudiantil porfavor para poder crear una propia
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
espero te sirva♥
Explicación:
La pantalla detrás de los oradores que expusieron en el auditorio de La Usina del Arte fue enfática. "La educación es la solución", achacó. En su vigésimo aniversario, la fundación Cimientos organizó su festejo en el que se plasmaron historias de superación. Relatos de carencias económicas, de dificultades familiares, de imposibilidades que luego fueron posibilidades. De sueños ahora posibles.
La gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, fue la encargada de abrir el evento. "Poner en marcha un proyecto es importante y difícil, pero mucho más difícil es sostenerlo. Imagínense sostenerlo 20 años con un fuerte compromiso con el presente y el futuro que genera contagio", consideró.
Vidal aseguró que, en su recorrido por "los lugares más pobres de la Ciudad y la Provincia", reconoció una cara peor que las propias carencias: la resignación, sentir que no se puede. "Cualquier cosa que valga la pena es difícil, pero también cuando uno lo logra hay una sensación única. En ese camino no están solos. Hay muchos adultos dispuestos a acompañarlos".
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José Ignacio López, correntino de 25 años
"Vengo a contarles todo lo que pasé para cumplir mis sueños", comenzó José Ignacio López, correntino de 25 años. Su historia parte de una familia muy humilde. Su padre, albañil; su madre se la rebuscaba con changas como costurera. José -o Nacho- se destacaba en su clase, pero los libros, cuadernos, guardapolvos no se pagaban solos. Caminaba 5 kilómetros para ir la escuelas todos los días. Dice que "quería ser alguien en la vida".
En 2008 accedió a la beca Cimientos. Le pidieron, sobre todo, buenas calificaciones y asistencia ejemplar. "Lo tenía porque era un nerd", dijo entre risas y reordó una conversación con su padre. Él le preguntó qué quería ser. Su respuesta fue "abanderado". Al poco tiempo, su papá murió y esa charla se convirtió en el motor de su esfuerzo. Estudió, estudió y lo logró.
Una vez que terminó la secundaria, quiso seguir sus estudios, aunque chocó contra una barrera. En Corrientes no dictaban Ciencias Económicas, la carrera que a él le gustaba. Se decantó entonces por profesorado en economía y llegó a cuidar a bebés, aprendió a cambiar pañales para pagar sus libros. Cuando se recibió, su familia lo recibió con un cartel en su casa: "Felicitaciones, profesor Nacho. Sos el orgullo de la familia". No conforme con eso, con una amiga tomaron la decisión de mudarse a Capital con la plata suficiente para vivir un mes. Hoy estudia economía en la UBA y trabaja para mantenerse.