HEIDI
La niña iba a cumplir pronto nueve años. Su abuelo le había enseñado toda clase
de cosas útiles: sabía cuidar las cabras tan bien como cualquiera, y Blanquita y Diana
seguíanla por todas partes como perritos, balando de alegría cuando oían su voz. (…)
Una hermosa mañana de marzo (…), al franquear de nuevo el umbral de la puerta,
la niña se halló de pronto frente a un anciano señor que iba vestido de negro y que la
miraba con mucha seriedad.
Aquel señor era nada menos que el viejo sacerdote de Dörffi, que conocía al abuelo
de Heidi desde hacía muchísimo tiempo. El sacerdote entró resuelto en la cabaña, fue
en directo hacia el viejo abuelo y le dijo cordialmente:
–Buenos días, amigo.
El abuelo, muy sorprendido, levantó la cabeza, que tenía inclinada sobre su labor, y
se puso en pie diciendo:
–Buenos días, señor cura. Haga el favor de tomar asiento, si es que no desdeña un
taburete de madera –añadió ofreciéndoselo al visitante.
–He venido para hablarle –continuó el visitante–. Me parece que debe adivinar lo
que me trae aquí. Espero que llegaremos a entendernos fácilmente si quiere decirme
cuáles son sus intenciones respecto a...
El sacerdote enmudeció y miró de soslayo a Heidi.
–Heidi, vete un ratito a ver las cabras –dijo el abuelo–. Llévales un poco de sal si
quieres, y quédate allí hasta que yo vaya.
Heidi desapareció rápidamente.
–Esa niña hubiera debido ir al colegio hace un año –continuó el cura–. El maestro
se lo ha advertido a usted repetidas veces, pero jamás se ha dignado contestar.
¿Cuáles son sus intenciones acerca de esa niña, querido amigo?
–Tengo la intención de no enviarla a la escuela.
Ante una afirmación tan categórica, el sacerdote contempló asombrado al viejo.
Este permanecía con los brazos cruzados y aspecto desafiante.
–¿Qué piensa, pues, hacer con la niña? –preguntó por fin el sacerdote.
–Nada. Heidi crece y se desarrolla en compañía de las cabras y de las aves, se
encuentra muy bien entre ellas. Nada malo puede aprender en esa compañía.
–Pero, señor, la niña no es una cabra ni un ave; es un ser humano. En esa sociedad,
no aprenderá nada en absoluto. El próximo invierno tendrá que enviarla usted a la
escuela todos los días. ¿Acaso cree que no hay medios para hacerle entrar en razón?
–exclamó el siervo de Dios, que comenzaba a perder la paciencia.
–¿Ah, sí? –exclamó el viejo y en su voz se notó también cierta agitación–. ¿De
modo que usted, señor, cree que debo permitir que una niña tan delicada como
mi nieta recorra durante el invierno un camino de dos horas todos los días sin
preocuparme del tiempo crudo que pueda hacer, y que por la noche esté obligada
a la misma caminata, montaña arriba a despecho del viento, de la nieve y del hielo,
cuando nosotros los hombres hechos y derechos, apenas nos atrevemos a hacerlo?
Estoy dispuesto a acudir a los tribunales y entonces veremos si pueden obligarme a
que haga lo que no quiero hacer.
–Tiene usted muchísima razón, amigo –repuso el cura en tono conciliador–. Es
evidente que no puede usted enviar a la niña a la escuela viviendo aquí arriba. Veo
que la quiere usted mucho; haga, pues, por amor a ella lo que hace tiempo hubiera
debido hacer; baje al pueblo y viva otra vez entre sus semejantes.
Según la historia de Heidi
Responde
¿Quién es Heidi?
¿Con quién vive?
¿Quién los visita?
¿Por qué el sacerdote visita al abuelo?
¿Dónde viven Heidi y el abuelo?
¿Qué cosas útiles puede aprender Heidi en la montaña?
¿Qué tienen en común el abuelo y el sacerdote?
perdón no es de matemáticas d es de lengua Castellana lean porfavor es para hoy no necesito urgente
Respuestas a la pregunta
Contestado por
5
una niña
con su abuelo
un sacerdote
para hablar sobre la niña
en una cabaña
como cuidar a una cabra ,a perritos
en nada
espero que te aya ayudado deme corazón
santiago361428:
gracias telo agradezco mucho
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