¿hasta que punto estamos condicionados por nuestra naturaleza?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Una de las grandes cuestiones de la filosofía es la de si el ser humano nace bueno y luego se hace malo o algo de maldad ya nace con nosotros. Y hay diversas posturas, un tanto enfrentadas, pero antes deberíamos preguntarnos qué es eso de la naturaleza humana. ¿Alguien la ha visto? Sabemos muy poco de ella, o mejor, nada. A veces escuchamos que algo es “antinatural”, la homosexualidad, por ejemplo. Pero para poder saber cuál es la verdadera naturaleza humana tendríamos que encontrarnos con un ser humano en estado de naturaleza, un ser precivilizado, y eso no es posible porque el ser humano es un ser social. Es cierto que en la historia de la filosofía algunos han formulado hipótesis sobre cómo era ese ser humano salvaje o no civilizado. Existen dos posturas opuestas.
Un poco de consenso: Freud y Fromm
Ante dos posiciones tan enfrentadas, una respuesta más consensuada es la que dice que la naturaleza humana contiene la potencia o facultad tanto de ser bueno como malo. Lo sabemos porque somos capaces de hacer tanto el bien como el mal. ¿De qué depende? Freud ofrece una respuesta y dice que el ser humano está dirigido por dos instintos básicos, eros y tánatos: amor y muerte u odio. Lo que hacemos estaría determinado o motivado por cualquiera de los dos instintos. ¿Cuál tiene más poder en determinado momento? Lo que en la práctica se traduce en: ¿mato o no mato, pego o no? ¿Qué impulso prima?
Freud reconoce ambos impulsos como constitutivos. Necesito ambos. ¿En serio? ¿Por qué iba a necesitar el odio o destruir? Para construir. Se necesita una destrucción constructiva en términos sociales, incluso individuales. Un artista destruye un prejuicio cuando crea una obra, así como una nueva teoría destruye otra. Pero sin ponernos tan abstractos, cuando comemos también estamos destruyendo. La violencia es una parte constitutiva de la naturaleza humana, fundamental para defendernos y seguir viviendo.
Erich Fromm, autor de libros como El arte de mar o Ser y tener, desde otro punto de vista también ofrece una respuesta aglutinadora. En El corazón del hombre plantea que, en realidad, no existe una condición humana natural, no se puede decir que el hombre es bueno o malo, sino que existe un conflicto humano existencial: por un lado, somos animales con instintos, pero a diferencia de ellos, nuestros instintos no son suficientes para la supervivencia. En cierto modo, resulta que somos los animales más vulnerables. Por eso nos organizamos en comunidades que nos dan protección, seguridad.
Para poder formar esas sociedades echamos mano de nuestro aspecto racional: llegamos a acuerdos y consensos porque sabemos muchas cosas, nos conocemos a nosotros mismos y a los otros, y sabemos que entre todos surgirán conflictos. Además, sabemos que hay pasado, que existe un futuro donde me proyecto y sabemos también que vamos a morir. El perro y la hormiga no saben nada de eso, no sienten el conflicto, se sienten parte de la naturaleza y responden a sus leyes y nada más, sin pensar. Nosotros sí valoramos, “esto es bueno o malo”, y según Fromm, ese aspecto racional es el que nos hace sentirnos separados de la naturaleza, no comulgamos de forma total con ella como lo hacen el caballo o el gato… Fromm hace hincapié en ese conflicto y frente a él plantea dos posturas:
Recuperar la unidad primordial, sentirnos uno con la naturaleza… Tema que, por cierto, ya trató Platón en El Banquete. Esta opción constituiría una regresión porque significa que los impulsos toman las riendas, las pasiones mandan en esa búsqueda de la unidad primordial. Es una búsqueda que en vez de humanizarnos nos devuelve a un estado animal.
Progresión sería controlar los impulsos que nos deshumanizan avanzando hacia una auténtica humanidad, y siempre teniendo en cuenta que nadie es bueno o malo y menos de forma permanente, sino que hacemos cosas buenas y malas. Son las decisiones las que nos ponen a prueba, de modo que, al optar, lo hacemos por aquello que nos humaniza o no, por la progresión o la regresión.
Spinoza decía “para moralizar basta con no comprender”, todo lo contrario a Aristóteles, que nos enseñó a categorizar de forma binaria, en blanco o negro, una forma que puede ser útil en según qué casos, pero resulta muy limitada para dar cuenta de la realidad, y más de la compleja realidad del ser humano.
Explicación:
espero te sirva <3