Harry Potter y la piedra filosofal (fragmento)
— ¿Oyes algo? —susurró Ron. Harry escuchó un leve tintineo y un crujido, que parecían proceder de adelante. — ¿Crees que será un fantasma? —No lo sé... a mí me parecen alas. Llegaron hasta el final del pasillo y vieron ante ellos una habitación brillantemente iluminada, con el techo curvándose sobre ellos. Estaba llena de pajaritos brillantes que volaban por toda la habitación. En el lado opuesto, había una pesada puerta de madera. — ¿Crees que nos atacarán si cruzamos la habitación? —preguntó Ron. —Es probable —contestó Harry—. No parecen muy malos, pero supongo que si se tiran todos juntos... Bueno, no hay nada que hacer... voy a correr. »
Anticípate a la lectura: ¿Por qué crees que los pajaritos brillantes pueden ser peligrosos?
Respiró profundamente, se cubrió la cara con los brazos y cruzó corriendo la habitación. Esperaba sentir picos agudos y garras desgarrando su cuerpo, pero no sucedió nada. Alcanzó la puerta sin que lo tocaran. Movió la manija, pero estaba cerrada con llave. Los otros dos lo imitaron. Tiraron y empujaron, pero la puerta no se movía, ni siquiera cuando Hermione probó con su hechizo de Alohomora. — ¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Ron. — Esos pájaros... no pueden estar sólo por decoración —dijo Hermione. Observaron los pájaros, que volaban sobre sus cabezas, brillando... ¿Brillando? — ¡No son pájaros! —dijo de pronto Harry—. ¡Son llaves! Llaves aladas, miren bien. Entonces eso debe significar... —Miró alrededor de la habitación, mientras los otros observaban la bandada de llaves—. Sí... miren ahí. ¡Escobas! ¡Tenemos que conseguir la llave de la puerta! — ¡Pero hay cientos de llaves! Ron examinó la cerradura de la puerta. —Tenemos que buscar una llave grande, antigua, de plata, probablemente, como la manija. Cada uno cogió una escoba y de una patada estuvieron en el aire, remontándose entre la nube de llaves. Trataban de atraparlas, pero las llaves hechizadas se movían tan rápidamente que era casi imposible sujetarlas. Pero no por nada Harry era el más joven buscador del siglo. Tenía un don especial para detectar cosas que la otra gente no veía. Después de unos minutos moviéndose entre el remolino de plumas de todos los colores, detectó una gran llave de plata, con un ala torcida, como si ya la hubieran atrapado y la hubieran introducido con brusquedad en la cerradura. — ¡Es esa! —gritó a los otros—. Esa grande... allí... no, ahí... Con alas azul brillante... las plumas están aplastadas, por un lado. Ron se lanzó a toda velocidad en aquella dirección, chocó contra el techo y casi se cae de la escoba. — ¡Tenemos que encerrarla! —gritó Harry, sin quitar los ojos de la llave con el ala estropeada—. Ron, ven desde arriba, Hermione, quédate abajo y no la dejes descender. Yo trataré de atraparla.
Bien: ¡AHORA! Antes de continuar con el relato: ¿Para qué crees que Harry y sus amigos necesitan esa llave voladora? ¿Si estuvieras en la misma situación, qué estrategia emplearías para atraparla?
Ron se lanzó en picada, Hermione subió en vertical, la llave los esquivó a ambos, y Harry se lanzó tras ella. Iban a toda velocidad hacia la pared, Harry se inclinó hacia delante y, con un ruido desagradable, la aplastó contra la piedra con una sola mano. Los vivas de Ron y Hermione retumbaron por la habitación. Aterrizaron rápidamente y Harry corrió a la puerta, con la llave retorciéndose en su mano. La metió en la cerradura y le dio la vuelta... Funcionaba. En el momento en que se abrió la cerradura, la llave salió volando otra vez, con aspecto de derrotada, pues ya la habían atrapado dos veces. — ¿Listos? —preguntó Harry a los otros dos, con la mano en la manija de la puerta. Asintieron. Abrió la puerta.
Antes de continuar con el relato: ¿Qué habrá al otro lado de la puerta? ¿Qué sucederá con Harry y sus amigos?
La habitación siguiente estaba tan oscura que no pudieron ver nada. Pero cuando estuvieron dentro, la luz súbitamente inundó el lugar, para revelar un espectáculo asombroso. Estaban en el borde de un enorme tablero de ajedrez, detrás de las piezas negras, que eran todas tan altas como ellos y construidas en lo que parecía piedra. Frente a ellos, al otro lado de la habitación, estaban las piezas blancas. Harry, Ron y Hermione se estremecieron: las piezas blancas no tenían rostros. — ¿Ahora qué hacemos? —susurró Harry —Está claro, ¿no? —dijo Ron—. Tenemos que jugar para cruzar la habitación. Detrás de las piezas blancas pudieron ver otra puerta. — ¿Cómo? —dijo Hermione con nerviosismo. —Creo —contestó Ron— que vamos a tener que ser piezas. Se acercó a un caballero negro y levantó la mano para tocar el caballo. De inmediato, la piedra cobró vida. El caballo dio una patada en el suelo y el caballero se levantó la visera del casco, para mirar a Ron.
Rowling J. K. Harry Potter y la piedra filosofal. Ediciones Salamandra, S.A. 1999.
Anticípate al final del texto se imaginativo: ¿Cómo crees que terminará este relato?
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Respuesta:
ha :)
Explicación:
esta muy largo :v
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