hacer un ensayo sobre Dios, Hombre de la filosofia
Respuestas a la pregunta
Mi primer contacto con la filosofía de Martín Buber fue
una inolvidable experiencia con todo el sabor de lo que nos
es a un mismo tiempo grato e inesperado. A decir verdad yo
no buscaba por entonces a Buber ni le conocía; sólo me interesó el tema de su pequeño libro: "¿Qtié es el hombre?",
porque desde mucho tiempo a esta parte, tal vez desde siempre, todas mis preocupaciones y mis afanes giran en torno a
ese fundamental problema del ser del hombre y su destino.
La lectura de ese libro de escasas páginas, pero denso, sustancioso, me produjo una impresión tan honda como perdurable. Y lo cierto es que había motivos sobrados para ello: un
estudio crítico lúcido, penetrante de las teorías antropológicas de más significación y de más positiva influencia del pasado y del presente; elementos esenciales para una imagen
del hombre con la que me sentía muy próximo, al menos en
algunos aspectos; y, sobre todo, una manera muy personal de
hacer filosofía que siempre me ha parecido reveladora de una
auténtica vocación filosófica, una manera directa, viva, familiar, que acaso podría llamar mejor dialógica porque, en efecto, pareciera como si lo que Buber se propone fuese abrirnos las puertas de su intimidad para decirnos lo que piensa
y siente acerca de los eternos problemas del espíritu, y establecer así un diálogo permanente que nos arranque de esa
tremenda soledad que tanto nos agobia.
Cuando más adelante busqué a Buber, con interés creciente, y me esforcé por penetrar en el sentido de su pensamiento descubrí que ese tono personal y esa apetencia de diálogo no era una simple forma literaria sino por el contrario
la fiel expresión del propio contenido de su doctrina. Porque
la raíz y la médula de todo el pensamiento de Buber reside
en la idea de relación •. relación con la naturaleza, con los hombres, con las formas inteligibles y, como fundamento de todas
ellas, la relación con Dios. En la filosofía de Buber, impregnada de religiosidad, Dios está en el principio y en el fin de
cada cosa. El es quien crea, ordena y rige cuanto acaece en
el mundo. El es quien ha puesto un soplo de espiritualidad
en nuestra vida para que aprendamos a conocerle, amarle y
comprender el sentido de su revelación.
Como Spinoza, Buber siente la presencia de Dios en
cuanto existe. Pero el Dios de Buber es muy distinto de aquel
que sostiene y corona la magnífica arquitectura del racionalismo spinociano. El Dios de Spinoza es una idea, un producto
de la pura especulación, es el ens causa sui, la verdadera y
única sustancia con múltiples atributos y un infinito número
de modos. El Dios de Buber es una realidad existente, personal. No es el Dios de los filósofos que se piensa y de quien
ee habla, sino que es el Dios a quien se habla y a quien se
escucha; es el Dios de Abrahan, la "zarza ardiendo" de las
sagradas escrituras. Verdad es que Spinoza admite una relación viviente entre Dios y el hombre que se manifiesta en
el "amor Dei intellectualis", pero esta relación está saturada
de racionalidad y, como dice Buber, se mantiene en un plano
superficial, no llega al diálogo entre Dios y el hombre — "la
divina voz hablando en lo que acontece al hombre y el hombre respondiendo en lo que hace o deja de hacer" O). En
Spinoza, Dios no es nunca un tú; en el pensamiento de Buber,
Dios es el Tú eterno que se encuentra en las líneas de las relaciones si se las prolonga