habilidades que debe tener una persona para trabajar con personas con discapacidad
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Respuesta:
Explicación:Es fácil caer en la tentación de considerar que la responsabilidad de aprender una nueva habilidad recae únicamente en quien aprende -en este caso en la persona con discapacidad- y, en consecuencia, cuando fracasa el aprendizaje, asumir que ese fracaso es resultado directo de su falta de capacidad. Es un error pensar así. La responsabilidad de enseñar recae en las y los profesionales, de modo que si una persona no consigue aprender una determinada habilidad es necesario, antes de atribuirle el fracaso a su incapacidad, cuestionar los métodos de enseñanza que estamos aplicando. Esto no significa que la responsabilidad no deba ser compartida: es esencial que la persona con discapacidad sienta motivación por aprender y sienta que el aprendizaje de nuevas habilidades puede ser un momento positivo, de disfrute, pero también en eso juegan un papel fundamental las actitudes del personal de apoyo.
Todas las personas son capaces de aprender cosas nuevas
Es esencial asumir, con convicción, que cualquier persona es capaz de aprender cosas nuevas; por sí misma, esa actitud hará posible que encaucemos el proceso de enseñanza con optimismo.
Naturalmente, esto no significa que sea posible enseñar cualquier habilidad a cualquier persona, pero sí que es conveniente ampliar nuestras expectativas cuando pensamos en lo que pueden o necesitan aprender las personas con discapacidad. Es importante tenerlo presente para no cometer el error de excluirles a priori de determinadas oportunidades de aprendizaje, basando dicha exclusión únicamente en que pensamos que la severidad de su discapacidad les impide aprender o participar. Debemos acostumbrarnos y comprometernos a tratar siempre de idear lo que conviene hacer o cómo conviene hacerlo para enseñarles a desarrollar la actividad o para facilitar su participación en el desarrollo de la actividad. En otros términos, nuestro deber es no poner en duda, a priori, la capacidad de la persona o la idoneidad de una determinada tarea, sino cuestionar si el nivel y la forma de apoyo que le prestamos son realmente los adecuados para la persona que estamos atendiendo y para el objetivo del proceso, que puede consistir en:
aprender a realizar tareas nuevas;
favorecer el mantenimiento y realización de habilidades ya aprendidas;
recuperar habilidades que ya se conocían con anterioridad pero que se han perdido.
Debemos establecer una relación de igualdad con la persona con discapacidad
En el marco del proceso de enseñanza y de aprendizaje, la única diferencia entre quienes enseñamos y la persona con discapacidad es que nosotros sabemos cómo se hace la tarea y ella no; el objetivo, por lo tanto, es que las y los profesionales de apoyo transmitamos lo que sabemos de un modo que resulte comprensible para la persona. En todo lo demás, la relación debe ser de igual a igual.
Conviene enseñar en situaciones reales
El entorno y los materiales de enseñanza pueden afectar a la mayor o menor utilidad práctica de las habilidades que enseñamos, porque las personas con discapacidad, sobre todo quienes presentan graves discapacidades intelectuales o cognitivas, pueden tener dificultades para trasladar y aplicar las habilidades aprendidas en un entorno determinado a otro entorno o situación diferente.
Lo ideal, sin duda, es enseñar en el entorno en el que luego se va a utilizar la habilidad y con los materiales que son necesarios en la práctica real para desarrollar esa habilidad, pero si no es posible, o si la persona necesita una práctica adicional de la habilidad será necesario, para facilitar el aprendizaje y para que sea eficaz, tratar de acercarse lo más posible a las condiciones propias de la vida real. Así, es más probable que una persona con discapacidad aprenda a decir correctamente la hora si utilizamos, durante el aprendizaje, relojes reales, que si recurrimos a tarjetas con dibujos de relojes o a relojes de plástico. Del mismo modo, las habilidades de manejo del dinero se enseñaran más eficazmente en entornos reales (tiendas, restaurantes, etc.) y con dinero real, que en entornos ficticios y con dinero de mentiras.