habilidades personales para enfrentar el éxito o fracaso en el logro de nuestras metas
Respuestas a la pregunta
Explicación:
Todos los seres humanos contamos con recursos dentro de nosotros que definen cómo funcionamos, cómo enfrentamos los problemas y cómo actuamos. Son características invisibles y abstractas pero son tan evidentes como el color de los ojos o el tipo de cabello de una persona. Muchas de estas características están en nuestro ADN pero otras se pueden desarrollar y eso las hace un recurso infinito para los seres humanos.
algunas habilidades personales son:
Persistencia:
no te rindas y persevera. No dejes que las críticas negativas o las actitudes tóxicas te frenen.
Resiliencia:
has de tener la capacidad de sobreponerte a toda clase de dolor y obstáculo. Por grave que sea el problema, no debes perder tu actitud optimista y vitalista.
Aprendizaje constante:
la vida es un constante aprendizaje. Por eso, es necesario que abras tu mente e interiorices todas las oportunidades y posibilidades que se van a ir abriendo a tu alrededor.
Flexibilidad:
ya lo dice el darwinismo. No es el más fuerte el que prospera, sino el más flexible y adaptable. Para el éxito sucede lo mismo.
Mayor autoconocimiento:
ante la contundencia del fracaso, más del 90 por ciento de las personas se retraen y no intentan nuevamente. Sin embargo, el otro 10 por ciento ve una oportunidad de desarrollo y crecimiento. Y no es que no nos hemos deprimido, llorado y lamentado: lo hemos hecho y en buena forma. Sin embargo, hubo un momento de un click interno que indicó “Ya basta” y pasamos al siguiente paso, que es la capitalización o “resignificación” en lenguaje psicológico de esa experiencia de fracaso.
Conciencia de finitud: quienes andan por la vida a toda velocidad, con el ego como bandera principal, pueden darse contra paredes en forma proporcional como si chocásemos con un automóvil a 200 kilómetros por hora sobre un muro de concreto. Por lo cual necesariamente salimos lastimados. La conciencia de finitud aparece ante el hecho del fracaso, de lo inevitable, por más que hayamos actuado con todo lo que estuvo a nuestro alcance en aquel momento. Y muchas veces esa sobre adaptación a las situaciones es la que termina desencadenando el fracaso. Allí se adquiere una destreza muy útil, la conciencia de finitud, es decir, todas las cosas tienen un ciclo. Esto es, ni más ni menos que devolver la conciencia humana a las situaciones de la vida.
La soledad del sufrimiento:
otra gran maestra del fracaso es la soledad de la toma de decisiones y afrontarlas con los recursos con que cuentas en aquel momento. Por más que estemos acompañados por un grupo chico de excelentes colaboradores, la familia y los amigos incondicionales -que, por lo general, en momentos de fracaso empiezan a ralear-, nos enseña a convivir con lo mejor y lo peor de nosotros mismos. En el silencio aparecen las respuestas. En el dolor, el significado.
Reinventarnos:
es acaso uno de los rasgos más llamativos de los que hemos fracasado y siempre salimos adelante. “Resiliencia” es la palabra específica desde la psicología para definir a los que podemos pasar por situaciones realmente graves, y aun así salir fortalecidos por los recursos internos que sacamos a relucir. Por eso la creatividad y su hermana mayor y más destacada, a la que llamamos “innovación” aparecen con mayor asiduidad y ayudan a resolver los momentos, para recomenzar una y otra vez. Y cada vez más fuertes.
Fortaleza de espíritu: como un guerrero que templa el arma que utiliza en sus batallas, el emprendedor que ha fracasado alguna vez se convierte en un guerrero más diestro. Tiene mayor sabiduría, calcula mejor, obtiene un plus de energía que lo ayudará en los momentos difíciles y adquiere tal fortaleza interna que mide mejor las consecuencias de sus acciones. Y todo esto, sin perder osadía y velocidad.