Ha sido un ruido leve pero muy claro, proveniente de la izquierda, que se destacó sobre el
canto de los grillos. Brota otra vez, más largo: las ramas del bosquecillo crujen y se quiebran,
algo se acerca al umbo. «No está solo, susurra el Jamaiquino. Mi chica. Mete la mano en el
bolsillo, saca el silbato y se lo pone entre los labios. Aguarda, sin moverse. La mujer se agita
y el Jamaiquino maldice entre dientes.
A su pistola
A su silbato
a а.
b.
A la señora Merceditas
d
A Numa
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a la señora merceditas por moverse tanto
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