Historia, pregunta formulada por naomi0367ortiz89naz, hace 2 meses

guion teatral de la Inquisición​

Respuestas a la pregunta

Contestado por piasaldias
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Explicación:

Como vimos, sólo de Lo que es predestinado se tiene el documento de la solicitud de aprobación para la puesta en escena. No se tuvo el permiso; su autor supo que había tenido un voto a su favor y apeló la decisión del Santo Tribunal, y, aunque no la ganó, recuperó su texto. De alguna manera, fue muestra del prestigio y poder de su autor, Luis de Sandoval y Zapata. De dos obras y un entremés -El estudiante de día y galán de noche y El valor perseguido y traición vengada y El sacristán se sabe quién presentó la denuncia, y su prohibición no afectó a los autores que no eran novohispanos ni contemporáneos; los actores -aficionados en un caso y profesionales en el otro- lograron representar la obra -la primera en una casa y en un convento, y la segunda en el coliseo de la ciudad-, y fueron regañados y amenazados en caso de incurrir en el mismo «error». De El pregonero de Dios y patriarcha de los pobres no se sabe quién la denunció, y su prohibición y requisición afectó —274→ a su autor y a los actores. Era una comedia nueva que logró ser estrenada en el coliseo pero recogida casi de inmediato también en el coliseo. Fue la obra más perjudicada; su autor, Francisco de Acevedo, no pudo seguir representándola ni recuperar su texto. Paradójicamente, hoy se cuenta cabalmente con ella.

Algunas de estas obras tienen entre sí un nexo muy importante, del cual únicamente nos percatamos al relacionarlas en cuanto al texto y su representación. El pregonero de Dios y patriarcha de los pobres fue aludida en el segundo sainete de Los empeños de una casa de Sor Juana Inés de la Cruz36. Casi podría asegurarse que cuando la pieza de Sor Juana se puso en escena ya se había representado la de Acevedo. El segundo sainete de Los empeños de una casa alude también a la representación de La segunda Celestina. Esta comedia, al parecer, se puso en escena antes de Los empeños. Podría ser el poema que dejó sin acabar Salazar y Torres y que «perficionó» Sor Juana. En 1681 Agustín Dorantes nombró una y otra vez este título, puesto en una memoria de libros bajo autoría de Fernando de Rojas. Pareciera que se trata de una comedia de enredos y de redes. No se sabe, como en el caso de Sandoval y Zapata, cuándo sus autores presentaron la petición para que se representara la obra. Nada se ha dicho de Los empeños de una casa; ya sabemos el destino de El pregonero de Dios, y también que una Segunda Celestina fue expurgada una y otra vez; lo cual se supo por los inventarios a los que dio lugar El estudiante de día y el galán de noche, representada en la casa de un cajonero de la callejuela del Ropero en la Ciudad de México. Comedia de comedias de los ochenta del setecientos, aún sigue el telón cerrado y el final abierto. Tres de los cuatro procesos se llevan a cabo en la década de los años ochenta y las obras son prohibidas in totum.

El Santo Tribunal, que reunía a todas las órdenes religiosas, se había ido apropiando de la tribuna censora del teatro; dio y quitó papeles a autores, directores de compañías y actores, y desenvolvió y amarró piezas dramatúrgicas. El jesuita Antonio Núñez de Miranda y el dominico Agustín Dorantes sobresalieron como lectores y censores de las obras teatrales de los años ochenta. Sus dictámenes fueron reprobatorios. Que una obra —275→ se prohibiese -estamos hablando de los primeros años de 1680- era una advertencia para los otros poetas y dramaturgos. En la década de los noventa el control represivo coincidió con las actitudes del arzobispo Francisco de Aguiar y Seixas, quien firmó un pacto de guerra contra el teatro. Más allá de los posibles castigos y de las amenazas económicas y de excomunión a quienes estaban involucrados en las comedias procesadas, las autoridades eclesiásticas e inquisitoriales quisieron hacer sentir su poder sobre los que se pronunciaban por la libertad del arte, la cultura y el pensamiento. El teatro era tan sólo una de las manifestaciones de tal libertad. A pesar de todo, a la represión -teatral en este caso- se respondió con el texto y su lectura, con la representación y la recepción de las obras.

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