golpe militar de 1976 causas y consecuencias , ?
Respuestas a la pregunta
Es un hecho indiscutido que el golpe de 1976 fue, igual que todos los precedentes, muy poco resistido por los civiles. La mayoría de ellos se había resignado a él desde tiempo antes. Y muchos, a izquierda y derecha, por razones opuestas pero complementarias, hicieron más que eso: le dieron una entusiasta bienvenida, esperando que la ordalía de violencia que le seguiría resolviera los problemas que se arrastraban desde hacía décadas, y que los golpes anteriores no habían resuelto: el conflicto permanente entre república y populismo, las pujas distributivas y el manejo faccioso del estado que volvían crónicamente inestable la vida económica, la tendencia de los actores a desconocer la legitimidad de sus antagonistas.
Ya entonces se pensó que él debía ser el golpe del final, el último: allí donde los anteriores habían fallado aplicaría remedios el doble de drásticos. Pero si finalmente lo fue no se debió a que nada de eso funcionara, claro, sino a que condujo al poder militar a autodestruirse. Y a los demás a convencerse de que nunca más debían considerarlo una solución.
Sin embargo, y llamativamente, los problemas recién listados siguen siendo en gran medida los mismos que nos agobian. ¿No aprendimos nada más que el antimilitarismo del fracaso de nuestros militares? Peor aun: pareciera que considerarlo el “fracaso de ellos” nos libró alegremente de la posibilidad de aprender ninguna otra cosa.
No es casual que nos topemos con objeciones y obstáculos al tratar de encarar este asunto. Primero, porque cualquier argumento que no se enfoque en los militares es objetado como una aviesa relativización de sus responsabilidades. Segundo, porque cuando se acepta considerar el papel de otros actores es sólo como “partícipes de los designios demoníacos” de aquellos, y ajenos al noble sentir de las mayorías. Y tercero y tal vez lo más importante porque se tiende a creer que si buscamos explicar las causas del golpe del `76 y sus violentas secuelas, más allá de las motivaciones de sus perpetradores, corremos el riesgo de dificultar un juicio lapidario